Margarita Priegue padece TOC: «No podía dejar una tarea a medias, tenía que terminarla»

SALUD MENTAL

Recibió el diagnóstico de trastorno obsesivo compulsivo junto con otros dos: depresión y ansiedad
25 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.«No puedo estar más de acuerdo», comenta Margarita Priegue en relación a la publicación del mayor estudio internacional realizado hasta la fecha sobre la genética del trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), en el que ha participado el Centro Singlar de Investigación en Medicina Molecular e Enfermidades Crónicas de Santiago de Compostela (CiMUS). Aunque investigaciones anteriores ya habían demostrado que este podía ser hereditario, esta es la primera vez que se encontraban las variantes de ADN concretas con las que se podrá predecir el riesgo de padecerlo en un futuro. «En mi caso, puedo decir que en mi familia no soy la única que lo padece, también mi padre y mi hermana», dice.
Margarita consideraba que lo que le sucedía era «lo normal», no un trastorno. «Todo lo que empezaba a hacer, tenía que acabarlo, aunque me llevase horas y horas. No podía dejar una tarea para otro momento, tenía que terminarla. Con todo lo que eso implica», explica. «Para mí no solo era habitual, también era absolutamente necesario tener que hacerlo así. Fue mucho tiempo aguantando, hasta que no pude más. Lloraba por las esquinas, estaba hundida», añade.
Aquellos que, como ella, padecen TOC, experimentan pensamientos involuntarios, irracionales y repetitivos, conocidos como obsesiones. Estas generan angustia y ansiedad, y la persona se ve obligada a realizar acciones compulsivas —también conocidas como rituales—, en un intento por neutralizar las sensaciones desagradables asociadas a esas obsesiones. En su caso, estas últimas tenían como protagonista la limpieza.
Margarita tenía «veintipocos» años y, sobrepasada por la situación, decidió ir al médico de cabecera. Sin mucho éxito, porque considera que este no creyó que se encontraba «muy mal»: «En aquella época no era como ahora, que se habla mucho más abiertamente de la salud mental. Era un tema muy tabú», asegura. Con todo, consiguió que este le derivase a consulta de psiquiatría y ahí llegó el triple diagnóstico: sufría ansiedad, depresión y trastorno obsesivo compulsivo. «Cuando por fin me decidí a buscar ayuda, la psiquiatra me dijo que lo que me pasaba era normal, que era a raíz de esta enfermedad». Volvió a ver al doctor de cabecera y este, «viendo que era verdad que me encontraba mal, la situación cambió totalmente». Pero según sus palabras, se pasó de un extremo a otro: «Fue muy protector conmigo. Yo solo quería un término medio».
El trastorno jugaba un papel importante en su profesión. «Trabajaba como limpiadora. Tengo bastantes estudios: un carrera, un máster, hice varios ciclos y tengo un curso de soldadura. Pero nunca me creía suficiente, por eso me puse a trabajar en la limpieza». El problema, recalca, es que le pagaban unas determinadas horas y ella siempre hacía más, porque su TOC le impedía gestionarlo de otra manera. «Trabajaba compulsivamente. Empezaba por una tontería y acababa siendo muy minuciosa. Cuando me daba cuenta, llevaba horas y a lo mejor estaba sin comer». Además, ese mismo patrón de comportamiento también lo tenía en su casa. «Y para nada lo disfrutaba», remarca.
Lleva más de veinte años conviviendo con este diagnóstico. En este tiempo, «ha sido necesario mucho trabajo y terapia». Acudió a Feafes (Federación de Asociaciones de Familiares y Personas con Enfermedad Mental), donde también le proporcionaron apoyo psicológico y de orientación laboral. Dice «estar mucho mejor», pero también reconoce sufrir altibajos. «Y sé que no todo el mundo es capaz de sobrellevarlo».