Roberto Brea, químico e investigador: «Hay que evitar la lejía, es muy nociva»

ESTILO DE VIDA

El experto advierte sobre el peligro de mezclar incontroladamente productos de limpieza siguiendo propuestas de las redes sociales
30 jun 2025 . Actualizado a las 10:41 h.Roberto Brea (Santiago de Compostela, 1978) nos pide un minuto antes de poder dedicar su atención por completo a la conversación. Acaba de salir de una reunión, pero se centra enseguida. El docente e investigador Ramón y Cajal, está de vuelta en Galicia tras realizar parte de su carrera en Estados Unidos. Desempeña su labor en el Centro Interdisciplinar de Química e Bioloxía (CICA), en A Coruña y viene de mostrar los resultados de dos estudios que se han presentado en publicaciones de Nature, pero la conversación gira sobre asuntos mucho más costumbristas.
—Viene de publicar para «Nature» sobre cómo generar células artificiales y le vengo a preguntar si deberíamos limpiar el baño con lejía o qué detergente es mejor.
—Pero no está mal, al final estamos ante sistemas lipídicos. Y los lípidos son tensioactivos, surfactantes, que es en gran medida lo que componen a los detergentes. No está tan alejado lo uno de lo otro. Hay bastantes nexos de unión.
—Primer titular, entre la vida artificial y el jabón lagarto no hay tanta diferencia.
—Pues no. Piensas que muchos de los sistemas que habitualmente se usan para destruir las membranas celulares son en base a detergentes. Habitualmente los detergente, en este caso surfactantes, son moléculas que suelen tener dos partes muy bien definidas. Se llaman también agentes tensioactivos porque ayudan a reducir la tensión superficial de un líquido, La superficie de un líquido suele ser más rígida debido a las fuerzas de unión que hay entre moléculas. Lo que hacen los surfactantes es incorporarse en esa superficie, ayudando a romper las interacciones entre moléculas y reduciendo esa tensión superficial. Seguro que alguna vez has visto un proceso de este tipo.
—Pues, sinceramente, no sé dónde.
—Si tienes una gota de agua en la cabeza o sobre una mesa, cuando reduces su tensión superficial, con tu dedo mismamente, pasará a cubrir más superficie. De ser redondita, pasa a cubrir mucho más espacio.
—Estaba imaginando más una mancha de grasa que se pone dura sobre la encimera, ¿es lo mismo?
—Es similar. Estos agentes tensoactivos son moléculas que tienen, por un lado, una parte que le encanta lo hidrofóbico, las grasas; y otra parte a la que le encanta el agua. Esto nos permite jugar a dos bandas. De este modo, esa grasa que está atrapada se puede eliminar, porque es fácilmente arrastrada por el agua.
—Digamos que me voy al supermercado y me planto en el pasillo de droguería. Empiezo a ver muchísimos botes: azules, blancos y alguno de color lavanda. ¿Todo se basa en lo mismo?
—Todos los detergentes son agentes tensioactivos, pero no todos los agentes tensioactivos son detergentes. Eso para empezar. Hay veces que pueden funcionar como un buen detergente, pero hay otras que, en vez de ser buen agente detergente, es un desinfectante. No es lo mismo. Lo que fundamentalmente hacen los agentes tensioactivos es ayudar a arrastrar la grasa. Muchas veces vienen complementados con otros tipos de procesos. Ahora está muy de moda la piedra blanca. Eso arrastra todo porque, además de ese componente tensioactivo, contiene también es arcilla. La arcilla, mediante fenómenos de abrasión, no destruye directamente la grasa. Es el detergente el que la asimila para que, gracias a esa abrasión facilitada por la arcilla, se pueda eliminar más fácilmente. Es una de las muchas combinaciones que existen que a veces tienen sentido; pero otras, no. Ahora, sobre todo a través de redes, se ven muchas combinaciones nuevas de detergentes. Es verdad que algunas funcionan bien, pero otras son un peligro si se desconoce cómo funciona cada tipo de molécula.
—Pero no toda la gente que se pasea por los pasillos de limpieza van a ser químicos. Muchas veces nos ponen reclamos que suenan bien y compramos.
—Seguro que has visto cómo muchos detergentes indican en su etiquetado que incluyen «enzimas especiales». Se trata de proteínas que se incorporan para hacer que esas reacciones sean mucho más rápidas. Son capaces de descomponer manchas que provienen de grasas especiales, de proteínas o de almidones. También hay lo que llaman agentes quelantes, que lo que hacen es unir metales que facilitan la limpieza. Y, después, tenemos los blanqueadores. No sé si conoces cómo funcionan los blanqueadores.
—Pues si le soy sincero, no tengo ni idea.
—Pueden ser peligrosos. Muchas veces son más irritantes y corrosivos. Ahora está muy de moda el percarbonato que, al disolverse en agua, sobre todo si está caliente, libera carbonato, que es otro agente tensioactivo que ayuda a arrastrar esa mancha. Pero también se libera peróxido de hidrógeno, que es el que ejerce como blanqueante. El peróxido de hidrógeno es un oxidante fuerte, agua oxigenada, básicamente. Es un proceso que no solo desinfecta, sino que también blanquea. Se usa incluso para eliminar manchas y malos olores. Es realmente potente que, si no se trata adecuadamente, puede dar lugar a problemas respiratorios o, especialmente, cutáneos.
—Y luego está el bicarbonato, que comparte parte del nombre pero que, supongo, no es carbonato dos veces.
—El bicarbonato es diferente. Se usa, sobre todo, para eliminar manchas. Normalmente se aplica con un poquito de agua. Es como una pasta, un compuesto básico, alcalino, que, cuanto más tiempo se aplique, mayor descomposición provoca. Actúa como un abrasivo suave, ayudando a que se desprenda la mancha. Pero si lo dejas mucho tiempo puede dañar el tejido. Si se manipula de forma adecuada, es efectivo. Es uno de los remedios caseros que más se utilizan. Al formarse esa pastita de bicarbonato con un poquito de agua sobre la mancha directamente y, dejándola actuar unos minutos, llega a desprender casi por competo. Incluso puede añadirse a la lavadora.
—Habla de «agentes tensioactivos», diría que he llegado a escuchar eso como reclamo publicitario, pero según me dice, no es nada especial.
—Es que hoy en día existen agentes tensioactivos para todo tipo de usos. Se pueden usar en alimentación o como humectantes para humedecer superficies, se recurre a ellos muchísimo. Pero se aprovecha mucho su acción en todo tipo de detergentes. Los detergentes están compuestos por muchas cosas, pero los agentes tensioactivos es lo más relevante. Como campaña publicitaria muchas veces se anuncia bajo esta fórmula: «Con agentes tensioactivos», cuando casi todos los detergentes los incluyen. Después, se le podrá añadir lo que sea: aditivos, perfumes o cualquier otra cosa.
—Es que uno se encuentra en el supermercado con un batiburrillo de términos más o menos científicos que es difícil saber elegir.
—Lo normal es que el fabricante tampoco vaya a dar demasiadas pistas sobre su composición. Es lógico, no quieres desvelar cómo se ha obtenido el producto. Hoy en día, la industria se está centrando mucho en lograr una mejor eficiencia de los detergentes. Te hablo de las típicas cápsulas que se venden para meter ya en la lavadora. Facilitan su utilización y que no se desperdicie el producto, pero son peligrosas porque si un niño se las mete en la boca, puede llevar a un ahogamiento o problemas peores. Ahora ha empezado a popularizarse el detergente en tiras, que se incorporan en las lavadoras, mucho más ecológicas y con una acción más concentrada. Y después hay detergentes de alta eficiencia con los que se utiliza mucha menos agua, producen menos espumas y eliminan la suciedad de manera más rápida. Esto es lo que hoy en día tratan de desarrollar muchas empresas, buscando evitar problemas que surgían. En el pasado, si no funcionaba un tipo de desinfectante o detergente, la gente le añadía otro. Esto es un peligro y, muchas veces, en vez de tener una acción positiva, la tiene negativa. Era muy típico utilizar lejía combinada con amoníaco. Si el amoníaco estaba bastante diluido, era un muy buen agente desinfectante, pero si no se controla bien la dosis pasa a producirse cloramina. La cloramina es un agente tóxico, irritante y peligroso, sobre todo para las vías respiratorias. Sucede lo mismo con otras combinaciones, como mezclar lejía y salfumán, que no deja de ser ácido clorhídrico. Se producen gases de cloro, muchas veces tras una reacción bastante violenta. No sé si recuerdas aquel vídeo de «la he liao parda» que fue muy famoso.
—Claro que la recuerdo, uno de los primeros grandes virales de la historia de España.
—Lo que provocó todo fueron agentes desinfectantes que eran para piscinas, pero claro, la mala combinación, el mal uso de dichos agentes, causó una gran problema. Estas cosas hay que cuidarlas, porque muchas veces conllevan la producción de reacciones que no te esperas y que pueden ser un problema para quienes no estén habituadas a manipularlas; que surja algo nuevo con lo que no se sabe cómo lidiar o si es o no tóxico. Muchas veces, estas mezclas pueden producir cloroformo o ácidos paracéticos. Esto era algo muy común. Que el alcohol se mezclase con lejía permitiendo la formación de cloroformo, que daba problemas en el hígado o neuronales. Si trabajas con estas cosas en ambientes cerrados, la mezcla de ciertos detergentes o limpiadores que son no complementarios puede producir reacciones de liberación de gases peligrosos, reacciones de calentamiento o incluso explosiones. Hay que siempre saber con qué se trabaja. Parece una tontería, pero cualquier cosa que usemos nos afecta de una u otra manera. Por eso, y aunque seguro que nunca te has fijado, al igual que en los laboratorios químicos los reactivos embotellados cuentan con indicaciones de seguridad, muchos productos de limpieza también las llevan. Hay etiquetas donde ver qué peligro lleva asociado. A los estudiantes de primero de Química, cuando entran en el laboratorio, les digo que al día siguiente saquen fotos en sus casas de algún producto que vean con las mismas indicaciones de seguridad que las que se encuentran en un laboratorio químico. Y la mayoría las ven en lacas de pelo, champús, lejías, o los productos que usábamos durante el covid para limpiarnos las manos.
—¿En el año 2025 se producen explosiones en los hogares españoles por mezclar lejía con lo que sea?
—No sé si las hay ni cuántas. Pero por ejemplo, algo que es muy sencillo y que podrías hacer tú mismo es coger bicarbonato y añadirle vinagre. Ahí vas a ver cómo se produce una reacción. Observarás cómo empiezan a desprendedse burbujas. Esas burbujas no son otra cosa que CO2, que es tóxico. Si tú tuvieras una reacción muy grande en un ambiente muy pequeño, podrías llegar a intoxicarte y perecer. Y sobre el caso que te comentaba, el de mezclar lejía con amoníaco, sí que hubo casos donde hubo gente que falleció. A veces no se es consciente de muchas de estas intoxicaciones y hay un riesgo grande que viene dado por la irritación pulmonar. Antes te decía que los agentes surfactantes pueden disolver células. Es habitual que cuando quieres lisar, romper una célula, añadas un agente tensioactivo de este estilo. Si nos incorporan esos agentes tensioactivos a nuestro cuerpo, las dinámicas de nuestras células van a cambiar y pueden llegar a provocar la muerte celular. Tenemos que tener cuidado, como con todo.
—Del arsenal clásico que todos solemos tener en casa para limpiar, ¿qué es lo peligroso que tenemos?
—Hoy en día, las empresas tratan de evitar productos que sean peligrosos. Piensa que se enfrentan a posibles campañas y denuncias si a alguien le pueda pasar cualquier cosa. Pero, probablemente, entre los productos que puedan ser más nocivos, están aquellos destinados a la limpieza profunda. Por ejemplo, en productos para chimeneas. Son casos en los que, realmente, necesitas un desengrasante potente que muchas veces logra sus efectos a través de un ácido fuerte. Pero el mayor peligro puede venir de tratar manera incontrolada muchos de estos compuestos. Antes se usaba mucho la sosa cáustica, que generaba muchas quemaduras. Hoy se trata de evitar; químicamente es una base muy fuerte. También se tiende a que cada vez se usen menos los desinfectantes clorados, porque pueden llegar a formar cloro o cloroformo, que causa mareos y náuseas. En algunos casos, pueden incluso provocar efectos neurológicos adversos.
—¿Y los típicos desatascadores de tuberías?
—Pueden ser peligrosos porque, si no actúan bien y no logras que se desatasque ese desagüe, se tiende a añadir otra cosa. Y ahí aparecen los problemas. No es solo que se llegue a estropear la tubería, sino que contamines el medio ambiente. Llegue al río o al mar y acaba afectando a inicialmente a los peces, y al final llega a nosotros. Hace poco hablaba con un investigador sobre cómo cada vez hay más agentes farmacéuticos en las aguas. Muchas veces las medicinas que tomamos no se degradan completamente y las expulsamos cuando vamos al baño. Incluso se tiran directamente por el retrete. Las dinámicas de destrucción de las medicinas son lentas. Lo mismo pasa con esas lejías, con esos desatascadores. Estos agentes tensoactivos pueden actuar como detergentes, pero también como emulsificantes, formando balsas de aceite que pueden ser problemáticas para la vida.
—¿Y los efluvios que dejan en el ambiente al verterlos?, ¿pueden ser tóxicas? Sobre todo para bebés y animales de compañía, que son los que más cerca están del suelo.
—Sí, claro. Muchas de estas moléculas, estos agentes tensoactivos, incorporan cadenas largas de carbonos y muchas veces proceden de la industria del petróleo, de la nafta, que ya nos suena a contaminación seria.
—Ahora que ha llegado el calor, también han llegado los mosquitos. ¿Qué me dice de los típicos para combatirlos?
—En teoría, son moléculas bastante selectivas. Lógicamente sí que nos afecta, como nos afecta todo. Igual que si estamos en un día de mucho calor y tienes una botella de algo que contenga alcohol. Ese alcohol se va a liberar a la superficie, se va a evaporar. Por tanto, vas a estar en contacto en el ambiente con él y nos puede llegar a marear. Lo mismo sucede con este tipo de antimosquitos, pero las dosis suelen estar muy reguladas para que no sean nocivas para los humanos. Pero hay casos de afectaciones a nivel cutáneo, con erupciones, o de contaminaciones pulmonares. Hay mucha gente muy sensible a ese tipo de productos. Algunos llevan algún tipo de histamina y, si eres alérgico, te puede provocar algunos efectos. Desde simples raspullidos a algo mucho más intenso.
—Entiendo que no será experto en legislación europea, pero sí es conocido que la UE, sobre todo a raíz del covid, está muy centrada en la salud desde el punto de vista bacteriano. ¿Estamos igual de protegidos desde esta parte de tóxicos, más ambiental?
—Cada vez se nos pide más. Al final, todo es ambiental. Si te quieres construir una casa, se te va a pedir tarde o temprano un indicador ambiental de cómo afecta la obra. Y aquí pasa igual aquí. Cualquier sustancia que use una empresa debe tenerla perfectamente identificada, comunicar qué puede producir y cómo lo puede producir. La legislación europea es dura, una de las que más. Hay países en los que te encuentras sistemas que aquí no se puede usar. Es importante conocer, no solo a nivel laboratorio, sino a nivel usuario, el tipo de legislación. Las marcas comerciales es algo que tienen claramente estipulado y de ahí no se pueden salir. Puede que algún laboratorio haya descubierto un antimosquitos que es fenomenal, pero que si no cumple las políticas europeas, no va a ser autorizado.
—Hablaba de las advertencias que aparecen en los productos de limpieza. ¿Cuáles son y cómo se representan pictográficamente?
—Quizás la más conocida es la advertencia de que un producto es inflamable, que seguro que todo el mundo ha visto, representada con un fuego, una llama. Es típica también la que indica que estamos ante un producto corrosivo. Representa dos tubitos. Uno, se vierte sobre una mano; en el otro, el líquido se derrama sobre una superficie, indicando que es corrosivo no solo para la piel, sino también para otros materiales. Después está el de tóxico, que ha ido variando. Antes era una calavera y hoy es, fundamentalmente, un signo de admiración que indica peligro y que debemos tener cuidado. Lo han suavizado un poco, ahora la calavera se reserva para productos que pueden llegar a ser mortales. Después podrás ver el riesgo de contaminación ambiental, que es un pez muerto y un árbol medio destrozado. Ya es más difícil que encuentres el de producto cancerígeno o que puede provocar problemas genéticos o esterilidad. Este es una silueta de un hombre y, en el pecho, tiene como una cruz extraña que indica que realmente es duro.
—Está muy bien que la industria advierta de que un producto provoca contaminación ambiental, pero al mismo tiempo usted me dice que muchos de estos productos acaban en el mar...
—Ahí entra mucho el usuario tratando de evitar vertidos innecesarios. Tarde o temprano tendremos que tratar de que todo lo que vayamos produciendo se almacene de forma adecuada o se neutralice para que su efecto no llegue de forma activa a la tierra o al mar. Pero sí que entra en juego la responsabilidad como usuarios. Las empresas pueden tratar de hacer el desinfectante más medioambiental posible, pero si tú no cumples con lo que tienes que hacer... Hoy en día hay una política clara, sobre todo en química y nanociencia, dirigida hacia la química verde: que todos los compuestos que tengan capacidad de provocar problemas ambientales se vayan reduciendo y surjan nuevos materiales que no lleven asociados esta problemática.
—Antes le hablaba de reclamos de la industria. El «sin lejía» está también muy de moda.
—Creo que es algo que está bien, porque evitas problemas de corrosión o con el cloro. La lejía es un tipo de hipoclorito y puede acarrear problemas. Es muy nociva y si eres capaz de buscar una alternativa para desinfectar, como alcoholes, que son bactericidas, fungicidas y matan virus, mejor. Date cuenta de que lo que usábamos para limpiarnos las manos durante el covid no era lejía. Se emplearon geles alcohólicos. Incluso el peróxido de hidrógeno o algún tipo de amonio son mejores alternativas que la lejía. No solo a nivel ambiental, sino a nivel humano. Tratar de evitar la lejía es algo que está bien.
—Una última cosa, cuando limpiamos frutas y verduras, ¿es suficiente con frotarlas debajo del grifo?
—Hoy en día ya se puede usar algún tipo de agente, fungicidas o bactericidas que se añaden al agua y que, en teoría, se limpian mejor y que son muy friendly desde el punto de vista humano y ambiental. Si usas solo agua... Bueno, es que a veces tiene truco. Te pongo un ejemplo. Las manzanas, muchas veces, llevan una cera para que aguante mucho más. Las ceras protegen, preservan la vida de esa manzana. Pero si cuando llega a casa, le añades agua, ¿qué pasa cuando mezclas el agua con aceite? Si a tu sartén manchada de aceite le pasas un agua, arrastrarás parte, pero otra se va a quedar pegada. En la manzana no lo ves, pero seguirá habiendo una capa pequeña de cera. Lo ideal sería emplear algún surfactante suave que pudiese eliminar esa cera o grasa. Pero normalmente llegamos a casa, metemos la fruta debajo del grifo, le pasamos un pañito y nos la comemos. Bueno, esas grasas suelen ser muy bionaturales, no van a dar lugar a una contaminación drástica. También es verdad que durante el covid limpiábamos a conciencia la fruta y la verdura y se acabó demostrando que tampoco es que sirviese de mucho. Pero cuanto más limpio esté un alimento, mejor va a sentarnos. Esa es la teoría.