Cuando el cáncer de mama interrumpe los planes de vida: «Me casé cuando iba por la mitad de la quimio»

ENFERMEDADES

A Andreina el cáncer le llegó en el momento en el que comenzaba a construir una vida en pareja.
A Andreina el cáncer le llegó en el momento en el que comenzaba a construir una vida en pareja. XOÁN CARLOS GIL

Andreína y Montse, dos pacientes gallegas, cuentan cómo recibieron el diagnóstico de esta enfermedad estando por debajo de la media de edad a la que suele aparecer

19 oct 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

El diagnóstico de un cáncer de mama nunca es oportuno. A partir del momento en el que se detecta el tumor, la vida de la persona queda en pausa y todos sus esfuerzos se enfocan en los tratamientos y la recuperación. Pero esta enfermedad puede ser aun más difícil de asimilar cuando se trata de pacientes relativamente jóvenes, que no han tenido nunca problemas de salud y que ven desvanecerse el horizonte de metas personales y profesionales que tenían por delante.

Aunque es más frecuente en la franja de entre 45 y 64 años, el cáncer de mama puede aparecer a cualquier edad y es el tumor más frecuente en la población femenina, llegando a afectar a una de cada ocho mujeres. De ahí la importancia de los cribados, las auto revisiones y de saber reconocer los síntomas.

Andreína tuvo un cáncer HER2 positivo

A Andreina el cáncer le llegó en el momento en el que comenzaba a construir una vida en pareja. Tenía 31 años cuando se palpó y notó un bultito. «Ese año me casaba, en mis planes estaba eso. Yo me encontraba bien de salud, no tenía antecedentes familiares y no imaginé nunca que el diagnóstico sería este», recuerda. Pocos meses antes se había hecho una revisión en la que no le habían encontrado ninguna anomalía. Ahora, se enfrentaba a un tumor HER2 positivo, un tipo de cáncer agresivo y de rápido crecimiento, debido a la alta presencia de la proteína homónima.

La paciente tiene un recuerdo intenso de cómo fue ese inicio de la enfermedad. Tuvo que aceptar rápidamente un gran cambio. «En un primer momento, no te lo crees. Pero después, tu foco pasa a ser tratarte y curarte lo antes posible», explica Andreina.

«Por la edad que tenía me tocó someterme a una quimioterapia, una doble mastectomía y luego, a una terapia hormonal de un año», cuenta Andreina, que sigue tomando una medicación para esta enfermedad. Siguió su tratamiento en Vigo mientras asimilaba el cambio que el cáncer había impuesto en su ritmo de vida. «Tienes que trabajar mucho tu cabeza y la parte mental, además del esfuerzo físico que conlleva someterse a estos tratamientos. Aunque te vean bien físicamente, te quedan muchos efectos secundarios y cambian todos tus planes», explica.

A pesar de la enfermedad, intentó mantener la normalidad de su vida lo máximo posible. Recibió el diagnóstico en marzo del 2022, inició el tratamiento de quimioterapia en abril de ese año y en julio celebró su boda. «Iba por la mitad de la quimio, me quedaban otros tres meses de las terapias más fuertes. Pero esta enfermedad, si tú te dejas, te consume. Tienes que darlo todo para seguir viendo lo positivo», asegura.

Hoy, convive con secuelas que han ido surgiendo a lo largo del tratamiento. «De lunes a sábado me levanto y mi cuerpo ya está mentalizado de que tiene que hacer eso, pero en el momento en el que tengo tiempo de descanso, necesito meterme en cama, porque tengo un cansancio acumulado. Remontas hasta cierto punto, pero tu cuerpo te sigue pidiendo descanso», explica.

El miedo a que vuelva a aparecer un nuevo tumor sigue presente. Cualquier dolor, síntoma o cambio la vuelve a llevar a ese momento en el que el diagnóstico puso en pausa sus planes. «Intentas no preocuparte, pero también ves compañeras que se han ido. Los miedos siempre van a estar ahí, solo podemos aprender a gestionarlos y a continuar», detalla.

Para Andreína, como para muchos pacientes que han pasado por un cáncer, la clave está en vivir en el presente. «Pienso en el futuro, pero ya no a largo plazo como esos planes que siempre había imaginado. Al final, aprendes que la vida es lo que te va trayendo, no lo que uno se imagina, entonces, te pones una coraza para seguir viviendo y dejar de cuestionarte por qué te ha pasado a ti siendo joven y sana», cuenta.

Montse sufrió un carcinoma mamario: «Pensaba que iba a dejar a mis hijos pequeños sin su madre»

Montserrat también afrontó la enfermedad.
Montserrat también afrontó la enfermedad. XOÁN CARLOS GIL

Montse tiene 45 años y dos hijos que aún eran pequeños cuando ella recibió el diagnóstico de cáncer, en el 2022. «En enero me noté un bultito en el pecho y acudí al médico de cabecera. En cuestión de días me habían derivado a la Unidad de Mama del Hospital Meixoeiro para hacerme más pruebas», recuerda la bióloga viguesa. Tras una biopsia, le diagnosticaron un carcinoma en la mama izquierda. Se trata de un tipo de tumor que se origina en las células epiteliales, aquellas que recubren los tejidos de los órganos. «Recuerdo que en ese momento todo mi mundo se desmoronó. Piensas que te vas a morir y, lo que era peor aún, pensaba que iba a dejar a mis hijos sin madre», cuenta.

Para ella, uno de los aspectos más duros fue hablar de su enfermedad con sus padres. «Su experiencia con el cáncer no son los tratamientos que hay actualmente. Tienen otras vivencias. Todavía me emociona recordar ese momento», dice.

Su tratamiento avanzó rápido. «Un mes después del diagnóstico ya me operaron. Me hicieron la mastectomía y después me dieron quimioterapia preventiva, por si había quedado algo en el cuerpo», recuerda. En todo este proceso, la caída del pelo con la quimioterapia fue una de las partes más difíciles de afrontar. Sin embargo, mantuvo presente que sería una situación temporal. «Te mentalizas y lo llevas de otra forma», resume Montse.

Las complicaciones aparecieron con la reconstrucción mamaria. Su prótesis se encapsuló y tuvo que someterse a una segunda operación para cambiarla por otra. Pero volvió a ocurrir lo mismo. Finalmente, en la tercera cirugía, le colocaron el implante en una localización diferente, esta vez, encima del músculo. «No era mi máxima preocupación, la verdad», explica la paciente.

Hoy, recuperada ya de las intervenciones quirúrgicas, su principal secuela es la pérdida de memoria. «Tengo problemas para concentrarme a corto y a largo plazo. Le llaman cerebro de quimio, es una niebla mental que comienza el día que te diagnostican y con los tratamientos empeora. Pero aprendes a vivir con ello y te haces amiga de la agenda para apuntarlo todo», cuenta.

Con todo, se siente resiliente ante los cambios que ha supuesto el cáncer en su vida. «Ahora sé que mi cabeza es así, no me puedo pelear con ella. Hay que asumir la situación y buscar herramientas para sentirte lo mejor posible», explica.

Aunque sigue con tratamiento hormonal y acude periódicamente a revisiones, ha vuelto a trabajar en la Universidade de Vigo y ha conseguido rehacer su vida. «Algo que pensé durante mi proceso fue que la vida que me enfermó no podía ser la misma que me sanara. Tuve que redireccionar un poco», dice Montse.

Así fue como llegó a la Asociación de Personas Afectadas de Cáncer de Mama y Ginecológico (Adicam), donde conoció a Andreína. A través de esta asociación, recuperó una de sus aficiones, la naturaleza. Con una readaptadora física comenzó a realizar entrenamientos pensados para pacientes. «Hace tres años, nos juntamos varias chicas de la asociación y con la entrenadora empezamos a hacer rutas de montaña, incluso trails. Corremos por el monte y el resultado es muy positivo. Nos aporta muchísima energía, seguridad y calma. Allí nos sentimos todas llenas de vida, independientemente del estado de salud. Somos una piña y nos apoyamos para ir consiguiendo objetivos», cuenta.

Montse llegando a la meta en una carrera junto a sus compañeras de Adicam.
Montse llegando a la meta en una carrera junto a sus compañeras de Adicam.

El cáncer es, para ella también, un anclaje al presente. «No pienso tanto en el futuro, porque no sé lo que puede pasar. Y en cuanto al pasado, me cuesta mucho recordar cosas, tengo que pararme mucho a pensar. Así que vivo el día a día», cuenta.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.