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Alejandro Amenábar 'Con mis historias intento huir de mí mismo'

Lleva un cuarto de siglo haciendo cine. Y lo celebra con una serie, “La Fortuna”. Alejandro Amenábar, con nueve Goya y un Oscar en el zurrón, habla de cine, de patriotismo y de su infancia en esta íntima entrevista.

Por Fernando Goitia / Fotografía de Carlos Carrión

Sábado, 23 de Octubre 2021

Tiempo de lectura: 11 min

Trabajar en equipo nunca fue con él. De hecho, sus primeros cortos fueron –guion, montaje, música...– todo un paradigma del «yo me lo guiso, yo me lo como». Surgió de pronto la oportunidad de hacer un largometraje y, claro, hubo que apechugar. «Rodar Tesis fue para mí como un campamento de verano –recuerda Alejandro Amenábar–. Es decir, un lugar donde, de sopetón, convives de forma superintensa con un montón de gente a la que no conoces de nada».

La experiencia salió bien. La película sacudió el panorama nacional, ganó tres premios Goya y su director se convirtió en la nueva gran esperanza del cine español. Veinticinco años, nueve Goya, un Oscar y seis películas después, a Amenábar le quedaban pocas cosas por hacer. ¿Qué tal una serie? La Fortuna (Movistar+) viene a cubrir ese hueco. Aunque él no se lo planteara en esos términos. Surgió. Sin más. Leyó El tesoro del Cisne Negro (Astiberri), novela gráfica de Paco Roca y Guillermo Corral inspirada en el pleito –España vs. la empresa Odyssey– por el tesoro de una fragata española, Nuestra Señora de las Mercedes, hundida en 1804, y se dijo: «Quiero hacer una película». Al desarrollar la idea, pensó: «Sería mejor una serie». Así, con naturalidad. La misma que despliega al charlar con XLSemanal en la terraza del hotel Hyatt Centric, en la Gran Vía madrileña. Cine, raíces, infancia, cultura, política y, por supuesto, su nueva criatura pueblan esta íntima entrevista en las alturas.

XLSemanal. Cuando irrumpió con Tesis, dijo que aspiraba a crear un cine nuevo. ¿Lo ha conseguido?

Alejandro Amenábar. A ver, yo venía de los ochenta, del cine americano, e incorporé todo eso a personajes muy españoles. No creé un cine nuevo, claro, pero demostré que en España se podían intentar otros géneros.

XL. El panorama actual, entonces, ¿le debe algo a Tesis?

A.A. Algo cambió, pero hoy vivimos una revolución. Series como La casa de papel o Élite –de género y estilo impensables hace 25 años– se distribuyen en todo el mundo. Hay más trabajo que nunca y eso es fantástico.

'Es absurdo y lamentable que un grupo se apropie de la idea de nación común, del patriotismo como algo excluyente, cuando es todo lo contrario, porque toda nación es heterogénea'

XL. Para La Fortuna ha rodado con la Armada, en la Moncloa, operaciones submarinas, una batalla naval; más de media serie en Estados Unidos... ¿Habría sido posible antes de las plataformas?

A.A. Lo dudo. En la serie he podido hacer cosas al estilo del cine de los ochenta –Spielberg, Cameron...– con el que disfruté de niño. Eran historias con final feliz, y con todo lo que llevamos encima me pareció el proyecto perfecto porque te levanta el ánimo.

XL. Como país...

A.A. Sí, sí, porque muestra que aquí a veces las cosas se hacen bien.

XL. El veredicto del caso real –un juez de Florida dio la razón a España y Odissey devolvió el tesoro– se basó en el respeto que en Estados Unidos tienen a los caídos. ¿Era algo que quería subrayar?

A.A. Sí. El respeto a los muertos. Es algo que enlaza con la memoria histórica y las fosas comunes. En España tenemos una relación esquizofrénica y cainita con nuestra identidad. Es absurdo que un grupo se apropie de la idea de patriotismo como algo excluyente, cuando es todo lo contrario, porque toda nación es heterogénea.

XL. ¿Quería mostrar una España que puede colaborar con un objetivo compartido?

A.A. Quería hablar, sin mencionar siglas ni partidos, de la posibilidad de combinar gente de distintas ideas y ver cómo se enriquecen unos a otros... Siempre hay algo pedagógico en tus intenciones como creador porque, al documentarte, descubres cosas que te hacen tomar conciencia de una cuestión que deseas transmitir. Eso es lo maravilloso del cine, de la cultura: enseñar algo y, a la vez, entretener.

XL. Aquella sentencia cambió por completo el negocio de los cazatesoros. ¿Aspira con La Fortuna a cambiar algo en nuestro panorama audiovisual?

A.A. Bueno, vivimos rodeados de pantallas y ante esa sensación de que todo brilla mucho durante un periodo muy corto, un fulgor muy fugaz, mi única aspiración es recuperar valores que parecen perdidos, como conseguir que todo este trabajo de dos años perdure. E insuflar, además, un poco de optimismo a la gente ante todo esto que vivimos.

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Conexión americana. Ana Polvorosa y Álvaro Mel en La Fortuna. Rodada entre España y Estados Unidos, es la serie más cara producida por una plataforma española (18 millones de euros). Tras su estreno en Movistar+, lo hará también en todo el continente americano.

XL. José Luis Cuerda, que murió justo antes de la pandemia, le dijo una vez: «Vuestra generación está tan acostumbrada a ver la muerte hecha espectáculo que ha perdido la noción de la putada que es morirse». ¿Qué pensaría él de «todo esto que vivimos»?

A.A. Él tenía un genio que, vamos..., no se cortaba un pelo. Pero la percepción de la muerte tiene relación con tu propia experiencia y, cuando eres joven, si no has perdido a seres queridos, no tienes tanta conciencia. Lo hemos podido ver, aunque también en gente no tan joven. En mi caso, he ido tomando conciencia desde hace unos años. A medida que avanzas por la vida, te tropiezas cada vez con más frecuencia con la muerte. Hoy es una idea con la que convivo, creo que de un modo sano. Como con la muerte de José Luis, por ejemplo, una de mis grandes pérdidas.

XL. ¿Ve últimamente mucha gente inmunizada contra el mal ajeno?

A.A. Se habló mucho de que esta pandemia nos iba a cambiar para mejor. Yo fui el primero que lo dijo. Pero hemos visto aflorar ese lado profundamente egoísta que tenemos. La gran lección es que debemos mirar por los demás; la unión, la necesidad del trabajo en común ha quedado muy patente. Y la clase política no parece un buen ejemplo.

'Cuando dije que era homosexual, coincidió con la promoción de 'Mar adentro' y alguna gente dijo que 'salía del armario' para promocionar la película. ¡Imagínate! ¿Qué tendrá que ver?'

XL. ¿Recuerda haber defendido, en algún momento, un punto de vista del que se arrepintiera más tarde?

A.A. Algo habrá, pero quiero pensar que he sido bastante coherente. Tampoco es que sea de naturaleza activista. Las cosas me salen, sin más; siento que debo hacer o decir algo y punto.

XL. ¿Como su 'salida del armario'?

A.A. Eso es. Intentaba ser coherente y creí que debía visibilizarlo. A veces sientes que, como personaje público, puedes dar un paso al frente, aunque a la hora de la verdad todo es más sencillo.

XL. ¿A qué se refiere?

A.A. La decisión vino, más que nada, para evitar que un o una periodista me preguntara por mi mujer ideal, con quién me casaría y esas cosas. No contestar la verdad me parecía una hipocresía. Y fue tan sencillo como no negarlo. Lo que pasa es que coincidió con la promoción de Mar adentro y alguna gente dijo que 'salía del armario' para promocionar la película. Y nada más lejos. ¿Qué tendrá qué ver?

XL. ¿Fue una liberación?

A.A. Tampoco era un secreto de estado. Quienes me conocen ya lo sabían, pero sí: una preocupación menos. Lo mejor fue descubrir el significado de mi gesto para los demás. Años después, un chaval en silla de ruedas se acercó a hablar conmigo y me dio las gracias por… Yo pensaba que me iba a hablar de Mar adentro, pero no, me dijo que, gracias a mí, reunió el valor para decirles a sus padres que era homosexual.

XL. Que alguien te diga que le has cambiado la vida debe de ser algo muy potente…

A.A. Sí, sí, impresiona mucho. Y es muy gratificante.

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Y el cine barrió con todo. Amenábar posa para XLSemanal en el hotel Hyatt Centric, en Madrid. Allí nos habló de sus primeras lecturas, cuando era un niño tímido y solitario. «Empecé con Agatha Christie, pero en cuanto el cine entró en mi vida abandoné la literatura. Barrió con todo». El revolcón afectó también a sus gustos musicales.  «Escuchaba por entonces a Mecano y cosas así, pero de pronto me convertí en adicto, un auténtico freak, a las bandas sonoras. Es lo que sigo escuchando hoy de forma compulsiva».

XL. Como narrador, ¿existe un hilo conductor en su obra, una visión del mundo que busque transmitir con sus historias?

A.A. Yo tengo una visión humana de las cosas, así que supongo que eso impregna todo lo que hago. Y es curioso porque mi carrera viene marcada por el cambio de géneros y podrías pensar que no hay hilo conductor. Pero, si miro atrás, siempre hay algo de mí en todos mis personajes. Hay cosas de mí en Álex Ventura, el protagonista de La Fortuna, que es cargado de responsabilidad con veintipocos años y tiene que dar el salto a Estados Unidos. También me identifiqué con Unamuno como ciudadano de este país y personaje público en el 36.

XL. Unamuno, a diferencia de usted, la hubiera liado parda en Twitter, ¿no?

A.A. Totalmente [se ríe]. Yo, sin embargo, no me veo ahí. Lo intenté por ver qué hay detrás. Pero duré poco. Así me evito disgustos. Aunque siempre hay quien te cuenta si dicen algo de tí [se ríe].

'El humanismo y la tolerancia siempre estuvieron en mi casa. Cualquier cosa, por delicada que fuera, podía tratarse y discutirse. De haber tenido hijos, es lo que les habría transmitido'

XL. ¿Ha pensado en escribir sobre su propia vida, su familia, algo realmente personal?

A.A. Creo que, con mis historias intento, más bien, huir de mí mismo. El cine es una manera de viajar, de irte a otros sitios, a otros personajes. Y mi vida no tiene demasiado interés [se ríe]. Me fijo más en las vivencias de los demás. Lo cual no quiere decir que, a lo mejor algún día, haga una película autobiográfica. Sorrentino acaba de hacer, por lo visto, una película maravillosa y sencilla en esa dirección.

XL. Sobre la muerte de sus padres, sí. Fue la mano de Dios.

A.A. Eso es. Habrá que verla. Pero bueno, si la hago, me acordaré de ti y de esta entrevista [se ríe].

XL. ¿Fue un niño solitario?

A.A. Tímido y solitario, pero mi infancia no da para una película.

XL. Pasó de eso a dirigir rodajes, tratar con estrellas, dar el salto a Estados Unidos... ¿Cómo lo vivió?

A.A. Para mí fue un campamento de verano donde, de sopetón, convives de forma superintensa con un montón de gente a la que no conoces de nada.

XL. Con usted de jefe...

A.A. Y estableciendo una disciplina casi militar, de rodaje. Pero creo que lo llevé, y lo llevo, sorprendentemente bien para lo solitario que fui. No por el hecho de mandar, sino porque consigo que la gente se sienta segura. De todos modos, aunque de niño me llevaba bien con mis compañeros, prefería ir a mi rollo. Tenía mi mundo. Por eso hice yo la música, el guion y el montaje de mis primeros cortos.

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Rodar y rodar. De izquierda a derecha: Tesis (1996), Abre los ojos (1997), Los otros (2001), Mar adentro (2004), Ágora (2009) y Regresión (2015). Sus seis primeras películas suman nueve Goya, un Óscar, un Globo de Oro, varios galardones del cine europeo y premios en festivales como Venecia, Tokio o Sitges.

XL. ¿Echa de menos esa inocencia, o ignorancia, de los inicios?

A.A. Mantengo intacta la ilusión. De hecho, me asusta pensar en el día en que la edad no me permita hacerlo. Dice Tarantino que no va a dirigir más. Yo espero seguir haciéndolo durante mucho tiempo.

XL. ¿Como Clint Eastwood, hasta los 91?

A.A. Uff, eso difícil [se ríe], pero buen ejemplo, sí.

XL. Si algún día tuviera hijos, ¿qué aspectos de la educación que recibió les transmitiría?

A.A. A mi edad, ya nunca voy a ser padre, con lo cual… [se ríe].

XL. ¿Con lo cual no me preguntes chorradas?

A.A. No, no [se ríe], al contrario. La verdad es que sí me lo he planteado, mucho tiempo atrás… Pero pensar en tus padres me parece un buen ejercicio. ¿Qué valoras de ellos de cómo te educaron? Y puedo decir que el humanismo y la tolerancia siempre estuvieron ahí. Cualquier cosa, por delicada que fuera, podía tratarse. De haber tenido un hijo o una hija, eso les habría transmitido.

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Con Karra al fin del mundo. «Después de trabajar con Karra Elejalde en Mientras dure la guerra pensé: 'Con este tío  me iría al fin del mundo». Es un tipo maravilloso, un loco bueno, dinamita, y posee un talento portentoso. Por so le propuse el personaje del ministro de Cultura en La Fortuna. Él no habla inglés, pero dijo que sí e insistió en que sus partes se mantuvieran en inglés. Lo aprendió fonéticamente y ha quedado, creo, bastante decente».

XL. Su apellido es vasco, con ramas en Azpeitia (Guipúzcoa) y Ochandiano (Vizcaya). ¿Tiene alguna relación con esos orígenes?

A.A. Como buen latinoamericano, mi padre quería buscar sus raíces y nos llevó una vez, siendo yo niño, a Azpeitia. Salió un poco frustrado. No se encontró muy a gusto allí. Tuvo una sensación como de: «¿Qué hace este chileno aquí?».

XL. ¿No ha descubierto algún primo vasco por ahí?

A.A. No, pero hace dos años, presentando Mientras dure la guerra en el Festival de San Sebastián, se me acercaron dos chicas de apellido Amenábar que me dijeron que en su familia hubo dos hermanos, y que uno se fue a Chile... La verdad es que estuvo bien conocerlas. En España sólo he conocido Amenábar en el País Vasco, aunque en Chile y Argentina es más común. 

XL. Tiene un cuarto de vasco, entonces...

A.A. Eso parece, sí.

XL. Pues ahí tiene la película personal de la que hablábamos… 

A.A. [Se ríe]. Quién sabe. Pero, ahora que lo dices, mi madre tiene el árbol genealógico de los Amenábar colgado en casa. Se lo enviaron a mi padre desde Chile hace años, pero ¿te lo puedes creer?, se ha difuminado por completo. No se lee nada. En blanco. Así que, si quiero conocer mis raíces, estoy condenado a viajar a Chile e investigar.

XL. Por último, le queda poco para los 50, ¿algún atisbo de crisis?

A.A. Es que, desde que cumplí los 30, no celebro los años pares para no vivir cambios de década. Cuando vuelva a celebrar mi cumpleaños, tendré 51 y se me habrá olvidado cualquier posible crisis [se ríe].

Etiquetas: Directores de cine
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