Pedro Barata, oncólogo: «Los pacientes con cáncer de próstata podrán convivir con la enfermedad sin morir de ella»
 
			ENFERMEDADES
 
	
											El experto explicó cómo los fármacos antiandrogénicos de última generación (ARPI) aumentan la supervivencia, en el marco del congreso ESMO25, en Berlín, al que asistió La Voz
31 oct 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Los avances en la detección y el tratamiento del cáncer de próstata en los últimos 20 años han transformado completamente el pronóstico y el curso de esta enfermedad, que es la patología oncológica más frecuente en la población masculina. El mismo diagnóstico que hasta hace poco significaba una amenaza directa a la vida del paciente es hoy, cada vez más, una enfermedad con la que las personas pueden convivir durante años.
El doctor Pedro Barata, oncólogo médico y director médico del programa de investigaciones clínicas genitourinarias en el University Hospitals Seidman Cancer Center Cleveland, en Estados Unidos, es uno de los científicos a la vanguardia del desarrollo de nuevas combinaciones terapéuticas que aumentan no solo la supervivencia, sino la calidad de vida de los pacientes.
Viajamos a Berlín para el evento de prensa de Bayer, que se realizó en el marco del congreso ESMO25, de la Sociedad Europea de Oncología Médica, donde Barata nos explicó cómo nuevas opciones farmacológicas como la darolutamida reducen los efectos adversos del tratamiento en cáncer de próstata.
—¿Cómo es el abordaje actual del cáncer de próstata a partir del momento en el que se establece el diagnóstico?
—Dependiendo de cómo se presenta ese tumor, nuestro abordaje puede ser totalmente diferente. En algunos casos, podemos curar el cáncer de próstata, mientras que en otros, no lo conseguimos, desafortunadamente. Cuando no es posible curar, la idea es controlar la enfermedad de modo que el paciente viva mejor y durante más tiempo con la enfermedad. En los que tienen la patología avanzada, la remisión significa que puedan vivir una vida plena aunque tengan cáncer de próstata. Hay muchas cosas que podemos hacer para los que, a día de hoy, no tenemos una cura. Podemos pensar en radioterapia, en cirugías, en terapias hormonales o en quimioterapia.
—¿Cuál es el rol de los tratamientos hormonales en este cáncer?
—El cáncer de próstata depende de las hormonas para desarrollarse y crecer, es por eso que cuando bloqueamos la vía hormonal androgénica conseguimos poner el cáncer a dormir durante cierto tiempo, generalmente, años. No siempre es el caso. Puede haber diferencias entre distintos tumores, pero inicialmente, tienden a ser muy responsivos a la terapia hormonal, algo que también suele ocurrir en el cáncer de mama. Pero en algún momento, se vuelven resistentes a la terapia hormonal, se despiertan y resisten ese bloqueo de la vía hormonal.
				
		
			
		
		
												
								
 
    	
—¿Cómo influyen las hormonas en el desarrollo del tumor?
—La vía de señalización de andrógenos es simplemente el proceso en el que el cerebro le indica al cuerpo que produzca testosterona. Esta entra en las células y se transforma en DHT, una sustancia que llega a los receptores en las células y les dice que proliferen. Si descienden los niveles de testosterona, el tumor queda dormido y deja de crecer. Las nuevas generaciones de tratamientos inhibidores de la vía del receptor de andrógenos, conocidos como ARPI, como lo es la darolutamida, son capaces de frenar la producción de testosterona por fuera del testículo, lo que es importante, porque las células tumorales pueden comenzar a producir pequeñas cantidades de testosterona. El tumor es muy inteligente.
—¿Cómo se integran estos tratamientos con otros?
—Algunos individuos pueden no requerir más que una vigilancia activa de su tumor, en otras palabras, no intervenimos, porque sabemos que ese cáncer no va a dañar al paciente. Luego, tenemos terapias curativas: cirugía o radioterapia, terapias locales. Los tratamientos farmacológicos, en general, no curan al paciente. Contribuyen a que otras terapias puedan ser más efectivas. En la mayoría de las situaciones, no es necesario integrar todos los aspectos. En algunos casos, la quimioterapia de toda la vida es suficiente. Para cada paciente debemos decidir cómo combinamos todas las posibilidades que hay. Por ejemplo, la enfermedad en estadio 4, por definición, no es curable. Por tanto, podríamos pensar que la terapia local no tiene uso en ese caso. Sin embargo, la radioterapia en el área de la próstata en hombres con cáncer metastásico de bajo volumen ha demostrado que aumenta su supervivencia. En otros casos, hemos visto que combinar terapias es mejor que utilizarlas de manera consecutiva.
—¿Qué rol tiene la tolerancia del paciente al tratamiento durante este proceso de decisiones?
—Los tratamientos están indicados en escenarios específicos. Los ARPI funcionan y cuanto antes los utilicemos, mejor funcionan. Pero no los usamos en casos en los que no hay datos acerca de su beneficio. Las decisiones tienen que estar basadas en datos y estudios. Muchos antiandrogénicos tienden a cruzar la barrera hematoencefálica y esto conlleva efectos adversos como fatiga, niebla mental, trastornos neurocognitivos o pérdida de equilibrio, lo que desencadena caídas. Todos estos síntomas son relevantes y podemos reducirlos con el uso de los nuevos medicamentos. La darolutamida es la mejor posicionada porque tiene la menor cantidad de interacciones con otros fármacos y penetra en menor medida la barrera hematoencefálica, lo que nos da un perfil de efectos adversos lo más cercano posible al del placebo. Tenemos un fármaco que da menos efectos adversos que el placebo en muchos casos.
				
		
			
		
		
												
								
 
    	
—¿Cuáles son algunos retos actuales en el manejo de la enfermedad metastásica?
—El primer desafío es que los pacientes mueren de cáncer de próstata. Nuestro trabajo estará hecho el día en que podamos eliminar el cáncer sin importar en qué estadio esté. Ahora, ¿es posible llegar a esa situación? No lo sé con certeza. Es más plausible pensar en tratar el cáncer de próstata en el futuro como lo hacemos hoy con la hipertensión o el VIH, patologías en las que el paciente recibe tratamiento de manera continua y puede hacer su vida sin complicaciones de la enfermedad. No es lo mismo que eliminar la enfermedad, pero para la mayoría de los pacientes metastásicos podremos pensar en esta cronificación.
—¿Cómo de cerca estamos de ese escenario de cronificación?
—Estamos realmente cerca de poder cronificar este cáncer. Ya estamos consiguiéndolo en algunos casos. La supervivencia media de los hombres con tumores de próstata avanzados varía mucho según regiones. Si tienes acceso a todos los tratamientos, la supervivencia es de 70 meses y, si consideramos que la mayoría de los pacientes reciben el diagnóstico en torno a los 70 años, la causa de muerte del paciente probablemente sea otra patología, no este cáncer. El pronóstico ya se mide en años. Para algunos de ellos, puede que esta enfermedad ni siquiera determine su futuro. Hemos mejorado mucho en el bloqueo de la vía androgénica y los ARPI son un gran ejemplo de esto. Están disponibles desde hace unos 15 años y a partir de entonces hemos mejorado la supervivencia de manera muy significativa.
—¿Cuál es el siguiente paso en el camino hacia esa cronificación?
—Ahora lo que queda es empezar a usarlos antes en la enfermedad localizada, en ausencia de metástasis visible en pruebas de imagen. Es muy probable que la supervivencia en este grupo de pacientes sea superior a una década. A medida que los tratamientos mejoren y ellos puedan seguir usándolos a lo largo del tiempo sin efectos adversos significativos, van a alcanzar remisiones más largas. Van a poder convivir con la enfermedad sin morir a causa de ella.