Gafas para el resto de su carrera por un desprendimiento de retina: «Algunos deportes tienen un riesgo muy alto de impacto directo»
ENFERMEDADES
Anthony Davis, pívot de los Dallas Mavericks, tendrá que jugar a partir de ahora con protección tras sufrir una lesión ocular por un traumatismo la pasada temporada
22 oct 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Existen deportes donde no llevar gafas es una aberración. Pese a que esta protección forma parte del equipo básico, en cualquier estación de esquí se ve a algún novato tratando de sobrevivir a la nieve despojado de ellas. Se trata de un error común, un instinto de supervivencia. Las primeras bajadas vienen acompañadas de golpes y el automatismo es levantárselas para tratar de ver los montículos que amenazan los primeros y atropellados descensos. Pero el problema de las caídas no son nunca las gafas, por mucho que sacárselas cree la falsa sensación de que la visión mejora. De hecho supone un riesgo enorme. En los deportes de nieve nuestros ojos reciben una intensa radiación ultravioleta. Los rayos de sol logran reflejar hasta el 80 % de su radiación en la superficie blanca.
No obstante, hacer deportes con gafas, no suele ser habitual nI práctico; una experiencia incómoda que ya se descubre en los recreos del instituto. Pero hay veces que no queda otra opción. Anthony Davis, pívot de 32 años de los Dallas Mavericks, diez veces All-Star, campeón con los Lakers en el 2020 —antes de ser traspasado por Luka Doncic— y futuro miembro del salón de la fama americano tendrá que acostumbrarse a pelear debajo del aro con ellas.
Tiene fama Davis de ser un jugador algo gafe. En los últimos cinco cursos aprenas promedia cincuenta partidos jugados durante la temporada regular. O lo que es lo mismo, se ha perdido —de media— casi el 40 % de los partidos. Su historial de lesiones de todo tipo no solo es largo, sino también de lo más inoportuno. Cuando los Mavericks decidieron enviar a Luka Doncic a Los Ángeles a cambio del pívot, los aficionados texanos, que veían en el esloveno a un ídolo total, montaron en cólera frente al general manager de la franquicia Nico Harrison. La llegada de Davis no era deseada por nadie en Dallas, pero a perro flaco todo son pulgas y el jugador se lesionó en su estreno con el equipo. Su caricaturización de 'jugador pupas' se acrecentó exponencialmente y el colmo de los colmos se produjo durante un partido en el mes de abril de la temporada pasada frente a los Atlanta Hawks. En la pelea por un rebote, Daniel Gafford, su propio compañero de equipo, le dio un codazo en el ojo que le provocó un daño en la retina. Mal y arrastro, acabó la temporada antes de que su equipo cayese eliminado en los play-In frente a los Grizzlies. Este verano se operó para reparar el desprendimiento de retina a causa de los golpes sufridos durante la temporada regular, pero para salvaguardar su visión tendrá que jugar con unas gafas protectoras el resto de su carrera.
«Normalmente, después de un desprendimiento de retina correctamente reparado, la mayoría de las personas pueden retomar la actividad física», expresa el oftalmólogo experto en retinopatías José Fernández Vigo, paradójicamente nacido en Santiago de Compostela, que añade: «Sin embargo, se desaconsejan deportes de contacto o con un riesgo muy alto de impacto directo en el ojo porque está más expuesto a nuevas roturas o daños». En estos últimos supuestos, el experto incluye el boxeo, el baloncesto e, incluso, el pádel. «Este último está de moda y vemos bastantes casos». De ahí, la importancia de las gafas protectoras, «que están diseñadas para que molesten poco a la hora de ejercer la actividad física que uno quiera», apunta el oftalmólogo.
El deporte tras unos cristales
Anthony Davis no será el primero en ver el parqué a través de los cristales de unos anteojos. Por distintos motivos, otros lo han precedido. Incluso en la NBA la lista es larga: Olajuwon, que sufrió una fractura en la órbita de su ojo derecho por un codazo; James Worthy, que sufrió una abrasión corneal en los ochenta; o Amar'e Stoudamire, debido a un desgarro en el iris. Puntualmente también Dwayne Wade, Trae Young o el propio LeBron James las han utilizado. Pero en este firmamento, dos nombres destacan por encima del resto: Kareem Abdul-Jabbar, que sufrió una lesión en la córnea durante su etapa universitaria, y Horace Grant. El propio Davis bromeaba sobre este último, exjugador de Orlando Magic, Lakers o de los Bulls de Jordan, al que citaba como referencia sobre lo que será su nuevo aspecto sobre la cancha.
Los traumatismos oculares «son una causa conocida de que puedan existir lesiones graves en el ojo», plantea el especialista en salud ocultar y retina, quien reconoce que no son muy frecuentes. Así, un golpe puede producir desde una erosión, como un arañazo en la córnea, «hasta cosas más graves que pueden ser hemorragias, desgarros o roturas en la retina, que pueden condicionar un desprendimiento», explica Fernández Vigo. Por ello, recomienda revisar cualquier golpe en la zona ocular.
Davis coexistirá en la liga americana con otros casos curiosos también marcados por problemas de visión. Donovan Mitchell, semifinalista de la Conferencia Este de la pasada temporada con los Cleveland Cavaliers es el protagonista de un caso extraño. Pese a padecer una miopía importante —asegura que sin gafas o lentilllas solo ve manchas borrosas y fuera de la cancha siempre las lleva puestas—, prefiere jugar sin ellas. Se fía más de su memoria muscular que de su vista. Y lo hace en base a su experiencia. Tras probar a jugar la pasada pretemporada con lentes de contacto, la opción fue descartada. Solo logró un acierto del 26 % en tiros de campo. El último curso, sin gafas ni lentillas, lo acabó firmando un 44 % de acierto.
Hay también casos fuera del baloncesto. Edgar Davids tintó de naranja el fútbol de finales de los noventa y principios de los dos mil. No solo por su origen neerlandés, sino por el color tintado de los cristales de sus gafas, que comenzó a llevar en el año 1999 tras sufrir un glaucoma en el año 95. Su imagen fue un filón para las marcas publicitarias, después de que tuviese que acudir a la FIFA para obtener una autorización específica para poder llevarlas.