Borja Moreno, médico forense: «Los métodos de autopsia que usamos se desarrollaron hace más de 250 años»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

EL BOTIQUÍN

Borja Moreno es médico forense y profesor universitario.
Borja Moreno es médico forense y profesor universitario.

El experto explica cómo se puede determinar qué ha ocurrido cuando se llega a la escena de un crimen o un accidente

04 jul 2025 . Actualizado a las 14:36 h.

¿Cómo decide un estudiante que aspira a ser médico especializarse en medicina forense? Es una rama de la medicina fascinante, pero también, una que nos confronta con algunos de los aspectos más incómodos de la condición humana, aquellos que nos recuerdan la fragilidad de nuestro cuerpo y la potencia que pueden llegar a tener los impulsos de la mente. Una profesión que obliga a lidiar, cara a cara, con la muerte. El doctor Borja Moreno lo tuvo claro siempre: aunque en su familia no había ningún médico, incluso desde antes de estudiar medicina sentía un interés profundo por las investigaciones criminales y así desembocó en esta especialidad que ha llegado a conocer desde dentro. Es miembro del Cuerpo Nacional de Médicos Forenses, área en la que ha trabajado desde el 2009 en diversos Institutos de Medicina Legal y Ciencias Forenses (IMLCF). Acaba de publicar Abierto en canal (La esfera de los libros, 2025), un libro acerca de todo lo que hace un médico forense y lo que esta profesión nos enseña sobre la vida humana.

—¿Cómo se realiza una autopsia?

—Hay unos métodos de autopsia descritos desde hace más de 250 años y son los que seguimos utilizando a día de hoy. Estas son las autopsias clásicas, las típicas en las que se hacen incisiones en forma de Y o de V invertida en el tórax y el abdomen. Esto es lo que se suele ver en las películas y series de televisión. También existen recomendaciones de la Unión Europea, que establecen cómo los servicios de anatomía o de patología forense deberían trabajar en sus investigaciones con cadáveres, a la hora de abrir el cráneo, el tórax o el abdomen.

—¿Este proceso es tal como lo imaginamos o lo vemos a través de las películas? ¿Qué ideas erróneas tenemos al respecto?

—Para empezar, lo que yo he visto en las películas es que allí todo el material está nuevo, a estrenar, todo está brillante y perfecto. Aquí lo que tenemos es un material limpio y adaptado a las necesidades de cada provincia, de cada instituto de medicina legal. También existe la idea de que los resultados de las pruebas son inmediatos. Las pruebas de ADN, para identificar a un sujeto, parece que en las series les salen en el momento. Estas cosas no son verdad. Un test genético puede demorar hasta cinco días según el tipo de muestra y las mesas de autopsia están limpias, pero no son nuevas. Algunas salas de autopsias en España trabajan con luz natural, se hace con claraboya.

—¿Cómo colabora un forense en el proceso de una investigación con otros profesionales como fiscales o policías?

—Nosotros colaboramos con Guardia Civil y Policía Nacional en los levantamientos de cadáveres. Nosotros somos la autoridad judicial porque el juez la delega en el médico forense. En el levantamiento ya informamos de la posible identificación, cuándo murió y de qué pudo haber muerto la persona. Y luego, hacemos el informe completo de autopsia con el que la policía científica o judicial crea la hipótesis completa de lo que ha podido pasar. Nosotros decimos cómo ha muerto, pero también lo que interesa es en qué circunstancias ha muerto la persona y de eso se encarga la policía científica o judicial. Luego, esos informes van al juez de guardia, que es el que continúa la investigación.

—¿Cómo se puede saber durante el levantamiento de un cadáver cuánto tiempo ha pasado desde el fallecimiento?

—Tenemos unos métodos clásicos, que son los fenómenos cadavéricos, que seguramente la gente los reconozca por sus nombres latinos. El livor mortis, el rigor mortis y el algor mortis. Estos fenómenos son el enfriamiento, la tiesura o la aparición de unas manchas oscuras y ocurren en diferentes etapas, conforme va pasando el tiempo. Esto nos ayuda a decir cuándo murió el sujeto. Luego, hay otras técnicas más modernas, como la determinación del potasio en algunos fluidos corporales o la medición de la temperatura del cadáver.

—¿Qué indican esas pruebas?

—Se introduce un termómetro por un orificio corporal que nos mida la temperatura central. Y hay unas tablas para comparar y nos dice cuánto tiempo ha podido pasar desde que murió.

—¿En qué casos se hace un levantamiento de un cadáver?

—En todas las muertes de etiología violenta, es decir, suicidios, homicidios y accidentes, se tiene que realizar una diligencia de levantamiento de cadáver y una autopsia. Si se sospecha criminalidad, es que se sospecha que puede haber una intervención de un tercero. Pero si no se sabe de lo que ha muerto la persona, pero es una muerte completamente natural, no corresponde una investigación judicial. La autopsia depende del juzgado de instrucción que esté de turno en ese momento y nadie se puede negar a que se le haga una autopsia a un familiar porque es una investigación judicial.

—Además de saber cuándo ha muerto una persona, el trabajo forense ayuda a revelar el cómo. Si se ha defendido de un agresor, si ha sido un suicidio. ¿Cómo se trabaja para determinar esto?

—Nosotros lo que realizamos son diferentes exámenes, no solo con cadáveres, sino también con individuos vivos. Valoramos qué tipo de heridas tiene la persona que ha sufrido y hacemos un estudio de causalidad. Determinamos si lo que dice la persona que ha sufrido tiene que ver con cómo lo ha sufrido. No deja la misma marca que te peguen un puñetazo en un ojo, que te peguen con un palo, ni tampoco una herida con un cuchillo o un arañazo. La gente tiene que saber que el médico forense tiene en su conocimiento y en su haber instrumentos para reivindicar la verdad de ciertas heridas o ciertas agresiones. Si una persona miente el fiscal puede iniciar un procedimiento por denuncia falsa.

—¿Qué datos pueden ayudar a diferenciar un homicidio de un suicidio o una muerte accidental?

—Por ejemplo, una estrangulación deja marcas diferentes de las del suicidio por ahorcadura con cuerda, por ejemplo. Son lesiones distintas y somos capaces de informar al juez de esto. Lo mismo ocurre cuando hay una precipitación. No es lo mismo caerse por accidente que una precipitación suicida o ser empujado. Pero cómo lo diferenciamos, eso ya no lo vamos a revelar.

—En el libro explica que el cuerpo puede preservarse mejor o peor para que, a la hora de realizar una autopsia, esta pueda dar más información. ¿Esta conservación depende de cómo morimos, o también de cómo hemos vivido?

—De ambas cosas. Por ejemplo, un cadáver de alguien que muere tapado con una manta en invierno va a resistir más tiempo, porque se va a conservar un poco más caliente, aunque esto podría a su vez acelerar ciertos fenómenos de la descomposición. También tiene importancia la capa de grasa que cada persona tenga. Si alguien tiene más grasa, su cuerpo se va a descomponer de una diferente a la de alguien que tiene menos. Por otro lado, por ejemplo, el haber tomado antibióticos horas antes de morir va a disminuir y enlentecer ese proceso de descomposición, porque no vamos a tener microorganismos que los pongan en marcha.

—En casos como el de Asunta Basterra la sociedad pudo ver cómo trabaja una rama forense poco conocida, la de la toxicología, a la hora de determinar qué medicamentos había consumido la víctima y durante cuánto tiempo. ¿Siempre es posible hacer estos análisis con todo tipo de fármacos y drogas?

—Esto depende muchas veces del tipo de tóxico. Hay tóxicos y drogas que duran más tiempo en el cuerpo que otras. Y algunos se pegan a ciertos tejidos del cuerpo mejor que otros. Yo puedo buscar en sangre y en orina algunos tóxicos que pueden durar 24 horas o incluso hasta varias semanas. En el pelo también se quedan pegados algunos tóxicos y puedo investigarlo. Como el pelo va creciendo a un ritmo determinado, el análisis me puede indicar, según la zona del pelo en la que se encuentre depositado el tóxico, cuándo lo consumió la persona. El alcohol también se pega al pelo. Lo que pasa es que el consumo de alcohol en la sociedad es algo tan del día a día que no sería fácil determinar si se lo ha utilizado a lo largo del tiempo para la sumisión química. Lo que sí podemos hacer es calcular la cantidad de alcohol que tenía un sujeto en sangre o en orina. Podemos saber si alguien conducía bajo los efectos del alcohol y provocó la muerte de alguien, lo que es un agravante.

—¿Cómo determina un forense si una persona es imputable y peligrosa?

—En psiquiatría forense analizamos si una persona cumple algunos factores que han afectado a su comportamiento. Si entendía lo que pasaba y si podía reprimir los impulsos que tenía. Si no podía reprimir esos impulsos o no tenía inteligencia para entender lo que estaba haciendo, todo a causa de una enfermedad mental, corresponde que esa persona esté en un hospital, no en una prisión o pagando una multa. Pero la psiquiatría forense nos ayuda a entender a las personas que son supuestas agresoras, pero también a las víctimas. Nos ayuda a determinar el daño psicoemocional de las víctimas que han sufrido lesiones o, por ejemplo, una violencia sexual.

—En el libro menciona el caso de Daniel Sancho, sumamente impactante por el hecho de que hubo un descuartizamiento. ¿Esto indica mayor premeditación por parte del agresor? ¿Puede indicar que sea un sujeto más peligroso?

—Para estudiar la peligrosidad, lo más importante es la exploración del sujeto. Sin haberlo visto, no es posible dar una opinión científica al respecto, da igual si tenía antecedentes. Lo que sí que se puede determinar es lo que había hecho, para qué lo había hecho. Se puede estudiar la motivación del acto delictivo. ¿Por qué descuartiza a alguien? Porque quería hacerlo desaparecer. Para hacer desaparecer a alguien los criminales lo que suelen hacer es quemar el cadáver, descuartizarlo o tirarlo al agua. Pero el riesgo de que vuelva a ocurrir, la peligrosidad, solamente se puede saber con una exploración de esta persona. Y si es una persona que está en sus cabales y que no tiene ningún trastorno mental, la peligrosidad habitualmente no se puede determinar.

—¿En qué casos se hace una exhumación? ¿Qué se puede obtener con ese procedimiento?

—Las exhumaciones judiciales las ordena un juez, porque una familia sospecha que la etiología de la muerte no era la correcta que se informó. Por ejemplo, sospecharon que era una muerte natural y luego alguien dijo que lo envenenaron, o porque la identificación de quien se enterró se considera que no es correcta. En algunas ocasiones se hace alguna exhumación en otro ámbito, en el ámbito civil, porque alguien dice que era el hijo de esa persona y hay que hacer pruebas genéticas del fallecido que está enterrado. Para la identidad, con huesos, con restos óseos, podemos obtener perfiles de ADN. Con la causa de la muerte, cuanto más tiempo pase, más difícil va a ser contestar esas preguntas, porque van a ser lesiones que tuvieran que haber dejado marcas en los huesos. Es lo único que nos va a quedar. Pero a veces de los tóxicos sí que se puede obtener un resto.

—¿Cree que como sociedad tendemos a negar la muerte y evitar pensar en ella?

—Hay personas que no lo quieren pensar, porque agobia. Pero no pensar en eso implica negar a la mayor la única verdad del universo y es que nos vamos a morir. Entonces, a veces se trata más de entregar, yo lo hago entregando más amor a las personas. Si la gente pensara en lo que puede pasar en cualquier momento, no solo en la vejez, vería que es muy importante saber qué vamos a dejar en este mundo. Porque una vez nos vayamos, aquí no se queda nada.

—¿Cómo se maneja el equilibrio emocional en un entorno profesional tan vinculado a la muerte?

—Cada forense tiene su vía de escape. Yo lo hago a través de mis redes sociales, divulgando y hablando de medicina legal. Me gusta hablar mucho de estos temas para que la gente normalice el día a día de un médico forense. También me considero una persona espiritual y canalizo muchas emociones a través de la meditación y el yoga, me han servido para despejar la mente.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.