José Luis Fernández Santillana lucha contra la soledad no deseada: «Estamos más en riesgo de quedarnos aislados que nunca antes»

Lois Balado Tomé
Lois Balado LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

José Luis Fernández Santillana, presidente de La Confederación Española de Organizaciones de Mayores (Ceoma).
José Luis Fernández Santillana, presidente de La Confederación Española de Organizaciones de Mayores (Ceoma).

Los casos de soledad no deseada son cada vez más frecuentes, pese a estar más rodeados y conectados que nunca

22 dic 2025 . Actualizado a las 11:37 h.

Aunque siglos de literatura universal y de poetas cantando sus desdichas atestiguan que la soledad ha existido desde el principio de los tiempos, el siglo XXI ha traído sus particulares paradojas. Estamos más conectados que nunca, pero la interconexión —digital— nos ha atomizado. Los jóvenes, pese a sus aplicaciones de mensajería instantánea a rebosar de notificaciones, se sienten cada vez más solos; los mayores, directamente, están solos. Acabar con estas situaciones de soledad no deseada es uno de los caballo de batalla de Ceoma (Confederación Española de Organizaciones de Mayores) e ideas, como desgrana su presidente, José Luis Fernández Santillana (Madrid, 1954), no les faltan.

—Ya sea a nivel personal o en lo que ve desde su cargo, ¿cuál es su experiencia con la soledad no deseada?

—Más allá de lo que fue mi vida profesional, ahora mismo las consecuencias de la soledad no deseada las vivo de manera muy directa con algún familiar cercano. Un caso clásico de una persona mayor de 75 años, que vive, en la práctica, sola, porque su hijo tiene que trabajar y no está en casa. Además, con un déficit importante de movilidad y, por tanto, con dificultades para acceder y salir de su domicilio. Son situaciones en las que te das cuenta de cómo una persons se pueden ir deteriorando a partir de no relacionarse como lo venía haciendo. Lo que tratamos de hacer en CEOMA es analizar la incidencia de este tipo de situaciones en el conjunto del Estado patra mejorar. Porque esto no tiene tanto que ver con el hecho de vivir solos, sino de sentirse solos. La soledad no deseada tiene que ver mucho con el sentimiento y no tanto con el hecho físico. Lo importante es la capacidad que tienes de relacionarte, de vivir, de convivir, de poder hablar y transmitir a alguien lo que te pasa. Esto es algo muy simple, pero yo siempre digo que la mejor terapia es una buena conversación.

—No me gustaría caer en el cliché de que, como se acerca la Navidad, toca hablar de soledad no deseada. Porque esto se vive en Navidad, pero también en enero, febrero, marzo y abril.

—Está claro, no es un tema de un mes. Es cierto que hay algunas situaciones que se dan en estas fechas porque son más familiares y en las que se hacen notar más los vacíos afectivos, pero el problema no es coyuntural del mes de diciembre.

—Es que precisamente, en estas fechas, muchas personas estarán más acompañadas. Porque lo normal es que a la cena de Nochebuena esté invitado todo el mundo. 

—Puedes estar más acompañado físicamente de personas a tu alrededor, que claro que ayuda, pero a lo mejor tienes un mayor vacío, porque echas de menos a esa persona con la que querías estar. Es muy difícil unificar casos. Una de las cosas por las que peleamos es para que Naciones Unidas dé al 16 de diciembre, que conmemoramos aquí como día de la soledad no deseada, carácter internacional. Sería un espaldarazo, porque no es un tema que solo afecte a España. Esto afecta a toda Europa y a todo el mundo. La sociedad tiene que reaccionar ante este problema. Estamos más en riesgo de quedarnos aislados que nunca antes. Jamás en la historia habíamos dispuesto de tantos medios tecnológicos para entretenernos. Me puedo dormir en casa viendo la tele o buscarme un compañero virtual a través de internet con quien hablar. Se ha ido creando una burbuja por la que la gente deja de relacionarse en el plano humano. Te cruzas con el vecino, le das los buenos días y poco más. Las relaciones de vecindad, con la familia y con el barrio se han ido perdiendo, produciendo un hábitat que, a nivel personal, merece una reflexión profunda. Hace unos meses, hubo una persona en Valencia que apareció muerta en su domicilio después de 15 años sin que nadie supuese de él. Aquí, la sociedad está fallando. ¿Cómo es que nadie se dio cuenta? No es una situación que se le pueda imputar a nadie, ¿pero el cartero no veía el buzón?, ¿el señor del banco no veía que no había movimientos?, ¿es que el vecino no se dio cuenta de que dejó de verle?, ¿nadie se dio cuenta?

—Cuesta imaginar un suceso así en una población rural, donde los vecinos todavía miran unos por los otros, pero es cierto que hemos ido perdiendo la parte humana de las ciudades. 

—Esa es nuestra pelea como organización, como coalición de personas mayores, intentar humanizar esto. Y, sobre todo, y esto es clave y alcanzable a través de cosas teóricamente muy sencillas, ser capaces de detectarlo antes.

—¿Cómo se puede detectar?

—La propia vecindad tiene aquí un papel clave. Son ellos quienes pueden darse cuenta de que una persona ha dejado de salir o de relacionarse. Por ejemplo, los farmacéuticos. Es habitual que las personas mayores visitemos periódicamente la farmacia, porque tenemos una lista de medicamentos que nos tenemos que tomar. El farmacéutico puede verle la cara a una persona y preguntarle cómo se encuentra. Detectar que hay un problema y, por tanto, ponerse en contacto con trabajo social para que estas alertas activen algún tipo de protocolo de coordinación e integración sociosanitaria. También, si esa persona va al centro de salud, que alguien detecte lo que pasa, y que ese médico de familia automáticamente avise a la trabajadora social para que se dé cuenta de que se está quedando aislada y que puede necesitar una serie de cuidados que no se están tomando. Creo que, en la medida de lo posible, sería bueno que existiesen protocolos compartidos. E incluso con las organizaciones de personas mayores de la zona, del barrio. 

—Vivimos un momento histórico peculiar, con una brecha muy grande en la digitalización. Al final, la abuela está junto al nieto, pero él está metido en el móvil, que es como si no estuviese. ¿Es más frustrante todavía?

—Así es. El acceso a la tecnología puede ser una buena herramienta, pero tendríamos que lograr que no actúe fortaleciendo el aislamiento. Y eso tiene que ver con los entornos familiares. Es una cuestión cultural. A veces hay proyectos intergeneracionales en los que una persona joven convive con una persona mayor, pero al final se acaban traduciendo en que el joven se mete en su habitación con el móvil, con la tablet o el ordenador y pasa olímpicamente de la persona mayor, por lo cual se produce una situación de mayor frustración. El problema de la soledad no solo es de la persona que la padece, sino también social, del entorno que tiene que contribuir a paliar esa situación. Y más allá de esos protocolos de atención social y sanitaria, podría abordarse organizando en los barrios y en las comunidades de vecinos actividades para relacionarse, que fomenten la relación. Está esto de las verbenas de barrio, que ayudan a que la gente salga a la calle, a que se puedan tomar un café o una cerveza y, si hace falta un bailoteo, que lo tengan.

—Lamentablemente, creo que estamos viendo más cómo fondos de inversión compran un edificio y ejercen presión para que los vecinos lo abandonen que este tipo de actividades. 

—Es una de las claves que nosotros defendemos. Queremos recuperar la vida de los barrios y eso pasa porque la gente pueda seguir viviendo en ellos. Si te vas al centro de Madrid, verás que se está despoblando de sus tradicionales habitantes ¿Y a dónde se van? A las afueras, a una residencia. A partir de ahí empieza ese proceso de deshumanización, apartándoles del entorno en el que han estado toda la vida, donde salían por la mañana y se tomaban un cafelito y hablaban con el del bar y comentaban el partido de fútbol del día anterior. Si para hacer cualquier gestión necesitas coger un coche, pues ya se ha liado. A veces condenamos a la gente al aislamiento, hay gente que, estando muy rodeada, se puede sentir muy sola. También necesitamos combatir esa brecha digital de la que hablábamos. Desde CEOMA estamos trabajando en un proyecto a través de inteligencia artificial para captar la situación emocional de esa persona y dar un toque de alerta a la familia o a los servicios sociales si se detectan signos de alerta. La tecnología nos da posibilidades para hacer cosas que sean buenas, porque a veces simplemente parecen orientadas a que una persona mayor se esté quieta, enchufándole la tele y a ver si se queda dormida.

—Pero no esto no solo sucede con la tecnología. Los pacientes mayores son uno de los principales afectados por las llamadas prescripciones potencialmente inadecuadas en los hospitales. Dado que se suelen desorientar y agitar, se abusa de los traquilizantes.

—Llevamos combatiendo ese tipo de situaciones en los ámbitos residenciales desde hace ya veinte años. Y vamos avanzando cada vez más a través del programa Desatar, que acredita centros residenciales libres de sujeciones, tanto físicas como químicas. Es decir, que no te atan, pero te dejan grogui. Es que hay determinadas cosas que son básicas, la dignidad y los derechos de la persona no caducan con la edad. Tenemos ya más de 300 residencias acreditadas con que no utilizan sujeciones ni físicas ni químicas. Y hemos dado un segundo paso para aquellos centros residenciales que atienden a las personas con demencia. Buscamos que sean centros amigables, que dispongan de espacios de convivencia para esas personas y que, por tanto, a la gente se le puede tratar sin gritos, viviendo tranquilamente, dignamente y sin alteraciones. Y eso funciona. Solo hay que ir a ver estas residencias y ver cómo funcionan. Pero también juega un papel importante la familia, que no puede desligarse de este proceso.

—Sumidos en una crisis demográfica bastante grande, se espera un país muy envejecido en un futuro cercano. Tanto la soledad no deseada, como el resto de retos asociados a la vejez, irán a más.

—De aquí hay al año 2050 se estima que uno de cada tres ciudadanos serán mayores de sesenta y cinco años. El porcentaje actual de este grupo de población es del 20 % y nos vamos a ir por encima del 30 %. Habitualmente, aunque no siempre, los hijos adoptan el papel de cuidadores, pero si no hay hijos, ¿quién te va a cuidar? El problema es que nadie quiere pensar que este escenario le puede llegar. Si le preguntas a cualquier persona mayor, todo el mundo quiere vivir en casa. Yo primero. Pero hay que ver si realmente tu casa reúne condiciones para que puedas vivir, y a partir de ahí, habrá que adaptar a ese hogar para que puedas tener las condiciones necesarias que no obliguen a sacarte de tu entorno. Pero el problema es también económico. No todo el mundo dispone de recursos para abordar este tipo de situaciones. Ni para buscarte una residencia que te pueda encantar y que esté al lado de tu casa. A lo mejor eso te cuesta tres o cuatro mil euros y tu pensión es de 1.100. ¿Qué haces? Estas cosas también hay que ponerlas encima de la mesa.

—Antes comentaba que nadie quiere pensar en ese futuro, ¿vivimos de espaldas a la vejez?

—A nadie le gusta pensar en ese tipo de situaciones, pero creo que también tiene que ver con un cambio cultural y empezar a pensar que ser mayor es una gozada. Al final, quiere decir que has llegado. Si no llegas a ser mayor, es que te has muerto antes.

—Pero el gozo de ser mayor no puede estar solo en el «haber llegado».

—Digo que está bien haber llegado, pero obviamente a partir de ahí deberemos entrar en facilitar a la gente actividades que les posibiliten hacer cosas que no han podido hacer antes. Lo de ser mayor es muy relativo y no es lo mismo ser mayor entre 65 y 75, que entre 75 y 85, que entre 85 y 95. Son realidades distintas, situaciones distintas y un ánimo vital distinto. Hay también que estar adecuado a ese tipo de situaciones. Pero en general, por nuestra experiencia, la gente llega bien, la gente tiene vida, la gente quiere hacer cosas. Hay que facilitarles actividades de voluntariado, recreativas, lúdicas, actividades que promuevan el estar activo. Que la gente salga de casa, ya sea a un museo o al cine. Pero también garantizar el derecho al respiro del que cuida. ¿Cuántas veces nos estamos encontrando con parejas en la que uno de los dos cuida del otro y que, cuando muere uno de ellos dos, el otro, al cabo de muy poquito de tiempo, se va también? Porque de repente se le ha ido el motivo de su vida, que era cuidar a su ser querido. Y esto pasa. Desde luego, desde CEOMA nos peleamos por este tipo de cosas.

Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.