La Nochebuena y Navidad en las urgencias de los hospitales: «Recuerdo a una señora, con una herida enorme, que quería marcharse porque su nieto llegaba de Australia»
ENFERMEDADES
Profesionales sanitarias de los distintos hospitales y del 061 recuerdan las anécdotas que guardan con especial cariño de las fechas más señaladas del año
21 dic 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Cuando en una casa se cocinan los langostinos y en otra los sirven; al mismo tiempo que el primo y los tíos llegan tarde a la cena de Nochebuena y otros ya han pulverizado los entrantes; y justo en el momento en que unos abren los regalos que, buenamente, ha podido dejar Papá Noel y otros se deshacen en fotografías, los equipos de urgencias y del 061 recogen, atienden e, incluso, salvan la vida de aquellos que han tenido peor suerte. El cuidado de la salud no se coge vacaciones y los problemas tampoco descansan. En Navidad, la puerta de los hospitales sigue abierta para aquel que lo necesite y los equipos de médicos, enfermeras y técnicos, en guardia.
Las fiestas navideñas suelen coincidir con el pico de la gripe, pues la patología respiratoria es muy frecuente tanto en diciembre como en enero. «Lo habitual es que tengamos cenas y comidas donde se junta mucha gente, entre ellos, niños, que son más propensos a las infecciones respiratorias, sobre todo, de perfil viral. Hacen de mini reservorio», explica la doctora Isabel Ángel Barba, coordinadora del servicio de urgencias del Complexo Hospitalario Universitario de Pontevedra (CHUP). Aquí, el riesgo de contagio —como bien aleccionó la pandemia— se multiplica y el peligro aparece, sobre todo, para los de edades avanzadas y los que conviven con otras patologías. Es más, según Ana Vales, médico de urgencias del Complexo Hospitalario Universitario de Santiago (CHUS), «los días con mayor demanda suelen ser el 26 o el 27», cuando aparecen los primeros síntomas del contagio.
Otro de los grandes motivos de consulta es la patología relacionada con la comida. «En Nochebuena vemos muchos atragantamientos, porque comemos mucho, a veces muy rápido y hablamos al mismo tiempo», añade la experta del CHUP. Las comilonas, la cena y la recena pasan factura en forma de molestia digestiva, en la que el alcohol solo resta, así como de síntomas de alergias e intolerancias. El menú incluye productos a los que uno no siempre está expuesto, y que otros han podido elaborar sin tener en cuenta todas las limitaciones. Y ojo, que las trazas existen.
De las patologías digestivas también habla Ana Belén Pérez, médico de urgencias del Complexo Hospitalario Universitario de Ferrol (CHUF), al que estos días llegan más personas con cólicos biliares o pancreatitis, «además de los problemas ya habituales de esta época año tras año, como las infecciones respiratorias, descompensaciones de EPOC, asma, o de enfermedades crónicas como la diabetes o patologías cardíacas», apunta. Los accidentes de tráfico son, por desgracia, otra de las constantes. Aquí, más vale llegar tarde que no llegar. «Son épocas en las que vamos muy acelerados. Hay que tener cuidado en el coche porque hay mucha más circulación de lo habitual», precisa la doctora Vales, con conocimiento de causa por todo lo que la puerta de urgencias le ha enseñado.
Desde el 061, se preparan para un aumento de las llamadas. Por eso, refuerzan los servicios, como también sucede en otras fechas, por ejemplo, el día de San Juan. Óscar Estraviz, miembro de la secretaría de emergencias de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (SEMES) y subdirector de enfermería del 061, con más de un cuarto de siglo de experiencia, puntualiza que ni el infarto ni el ictus se cogen vacaciones: «Los hay los 365 días del año».
La salud mental entra en escena. Un fallecimiento próximo a estas fechas o una discusión puede ser el origen de una crisis nerviosa o de ansiedad, como las que ha llegado a ver la doctora Isabel Ángel Barba en su consulta. «Hay que intentar celebrar las comidas y cenas en un ambiente lo más cordial posible y con un consumo de alcohol cero o muy moderado», recuerda la experta. Ya lo advierte el refrán: a mucho vino, no hay cabeza.
Cenas imposibles
Aunque el espíritu festivo inunde el ambiente, las urgencias ponen los pies en el suelo. Para los equipos sanitarios, la Nochebuena y la Navidad son dos guardias más. Cuando la noche lo permite, para la cena del 24 y la comida del 25 se hace algo más especial. En el de Pontevedra, por ejemplo, se encarga un cátering entre todos y, en función de la presión asistencial, unos cenan antes y otros, después. Eso sí, siempre pendientes de lo que pase. «Ha habido nochebuenas y navidades en las que no he podido ni cenar ni comer porque la demanda era tan alta que acababa cogiendo un bocadillo», reconoce Barba.
Para la urgencia, también hay solución. En Santiago, por ejemplo, tratan de priorizar los platos fríos. «Escogemos un menú que no sea caliente y más de pinchos, por si tenemos que salir corriendo», comenta Vales.
En Ferrol, la cocina del hospital deja para los trabajadores de la noche del 24 una cena más especial. «La actividad no se detiene nunca, pero se vive de una forma especial. Este es un centro pequeño, con lo bueno y lo malo que esto conlleva», cuenta la especialista, quien reconoce que en estas fechas señaladas se respira algo más de compañerismo. El inicio de la guardia se mueve, según el doctor Manuel García, «en la dualidad de los sentimientos de un día tan festivo». Eso sí, cuando llega un paciente grave, el 24 de diciembre es un día más: «No queda otra que trabajar», sentencia el jefe del Hospital Universitario Lucus Augusti (HULA), para la suerte de los que están al otro lado.
Recuerdos de Navidad
Los profesionales sanitarios no solo se llevan la experiencia laboral de una noche festiva como la Nochebuena, sino que acumulan recuerdos que bien podrían protagonizar el anuncio de la Lotería. Vales reconoce que guarda, con especial cariño, las historias de gente mayor: «Vienen muy nerviosos y están preocupados por llegar a casa y poder estar con su familia». Este es el caso de una señora que hace unos años entró por la puerta de urgencias del CHUS un 24 de diciembre. «Se había dado un golpe enorme y traía una herida en la cara que tuvimos que suturar. Ella estaba muy nerviosa porque decía que no le iba a dar tiempo a hacer la cena y que estaba esperando a que su nieto llegase de Australia, porque llevaba meses sin verlo», rememora la doctora Vales. El reencuentro se produjo y los médicos de aquella guardia tuvieron la suerte de vivirlo en directo. Si le dio tiempo a cocinar, ya es otra historia.
Isabel Ángel Barba también recuerda, con especial cariño, el caso de una abuela que llegó a urgencias con necesidad de transfundirse. Era la nonagenaria de una familia que no era de Galicia, pero que había viajado a la comunidad para pasar estas fechas señaladas todos juntos. «La veías muy apurada. Se tenía que transfundir dos bolsas y preparar cada procedimiento lleva su tiempo. Al final, llegó la hora de la cena y todavía le quedaba una por poner», cuenta Isabel. La mujer estaba muy triste, porque para ella era un día muy especial. Así que, al final, el equipo médico accedió a que pasase la cena y la noche con su familia, a cambio de que volviese a la mañana siguiente para recibir la segunda bolsa. «Esto es algo especial que se hace un día especial. En esta ocasión, preferimos amoldarnos a las fechas y condiciones de la paciente».
Segundos después de las uvas de un Fin de Año, Estraviz iba en la primera ambulancia que se activó del 061. Era, como no podía ser de otra manera, un atragantamiento. Por suerte, hubo un final feliz, aunque esa ambulancia no volvió a la base hasta terminar el turno. «No pudimos ni cenar, ni brindar, ni abrir el cotillón porque fuimos concatenando servicios», recuerda, para después reconocer: «Son gajes del oficio». Ana Pérez no puede quedarse solo con una anécdota, pero el espíritu navideño también invade las urgencias. Por eso, se le vienen a la cabeza muchos momentos humanos que refuerzan la vocación y el sentido de todo el equipo, desde las limpiadoras hasta la farmacia. «Hay pacientes que llegan solos y que encuentran en el personal una palabra de apoyo o un gesto cercano», apunta.
Aunque si hay una historia que hable de humanidad es la del doctor García. El especialista pasó una de sus nochebuenas en una ambulancia que iba de Lugo a Santiago para llevar a un paciente con un traumatismo craneoencefálico. «En aquel momento, no había neurocirugía en nuestro hospital y tuvimos que hacer el traslado. Pero con la mala fortuna de que el paciente falleció en muerte cerebral, aunque pudimos llegar con latido cardíaco». Finalmente, fue un donante y una o varias personas recibieron un regalo por Navidad.