Volver
';
Las mil caras de la política ‘iraní

Sahra Wagenknecht

Las mil caras de la política ‘iraní' de extrema izquierda que tiene en vilo a Alemania

En solo unos meses, esta política ha revolucionado el panorama alemán. Ya tiene la llave para gobernar en dos estados, y este domingo puede sumar un tercero. De extrema izquierda, defiende mano dura contra la inmigración, aunque ella misma es hija de un iraní. Nos sumergimos en su pasado.

Viernes, 20 de Septiembre 2024

Tiempo de lectura: 7 min

En los pasillos del poder, en las redacciones y a pie de calle, todos en Alemania se hacen la misma pregunta: «¿Qué está tramando Sahra?», como resume la influyente revista Der Spiegel. El vertiginoso ascenso de su nuevo partido ha eclipsado el triunfo de la extrema derecha en las pasadas elecciones regionales. Tercera fuerza política, su recién creada formación –un mix de ideas de extrema izquierda con proclamas pro-Putin y antimigración– ya tiene la llave para gobernar en dos estados del Este de Alemania, Turingia y Sajonia, y puede dar la campanada este domingo en un tercero, Brandeburgo.

alternative text
Burlas en el colegio. Nacida en Alemania Oriental, su madre era una joven estudiante y su padre, de origen iraní, desapareció cuando Sahra tenía 2 años. De niña, en el colegio se burlaban de ella por su tono de piel más oscuro que el de sus compañeros.

La prensa la ha llamado «misteriosa», «inescrutable», «impredecible»… ¿Es una rojiparda de extrema izquierda que pretende aplicar recetas de la ultraderecha? El semanario Focus, que ya le dedicó una primera plana cuando fundó su propio partido (¡hace apenas nueve meses!), se pregunta: «¿Quién teme a Sahra W.?». La respuesta es... todos sus rivales. Ha contribuido al desplome de sus excompañeros de Die Linke (comunistas) con un discurso 'antiprogre' y 'antiwoke', y a la caída de Los Verdes cuestionando los excesos del ecologismo y la política energética. Les ha rebañado votos a los socialdemócratas (SPD) y a los democristianos (CDU), los partidos de toda la vida, con sus proclamas contra la inmigración. Y la propia CDU, que está dispuesta a negociar con ella para formar gobierno, excluyendo así a la extrema derecha de Alternativa para Alemania (AfD), se estremece cuando la escucha hablar de que es preferible tener a Putin como aliado que como enemigo.

El caso es que esta mujer ha encontrado su lugar bajo el cielo: un populismo sin complejos y un personalismo exacerbado que tiene prioridad sobre cualquier ideología, de la que no queda rastro ni en las siglas. Por algo su partido se llama Alianza Sahra Wagenknecht (BSW en alemán). «¿Cómo esta niñata se ha convertido en la política más peligrosa de Alemania?», clama el diario sensacionalista Bild. Alto ahí… Sahra no es ninguna niña. Tiene 55 años. Y tampoco es una desconocida. Lleva años siendo tertuliana en platós, escritora superventas y está casada con un político de la vieja guardia de la izquierda, el incombustible Oskar Lafontaine, que a sus 80 años ya es abuelo y le saca un cuarto de siglo.

alternative text
¿Dinamitadora del sistema? La revista Der Spiegel asegura que Wagenknecht ha pasado de ser 'el hombre del saco' para los conservadores a buscarla para formar alianzas.

Una buena manera de intentar resolver el 'enigma Sahra' es desmontar su pasado. Nació en 1969 en Jena, en la antigua República Democrática Alemana (RDA). Hija de una universitaria alemana y un estudiante iraní opositor al sah (el nombre Sahra es de origen persa). Cuando tenía apenas 2 años, su padre viajó a Teherán y no ha vuelto a saber de él. «El sentimiento de pérdida te acompaña toda la vida. Es un dolor que está ahí», reconoce. Tiene doble nacionalidad: alemana e iraní.

Sus primeros años los vivió con sus abuelos en Jena, ya que un primer intento de llevarla a una guardería en Berlín, donde residía su madre, fracasó debido al rechazo de los otros niños por su tono de piel, algo más oscuro: «Parecía extranjera, los niños se burlaban de mí». Al comenzar primaria, se mudó con su madre a Berlín Oriental, donde continuó sintiéndose una extraña. Sus compañeros la llamaban 'la china'. Durante su juventud fue miembro de las juventudes comunistas. Eran los años de la música tecno, los peinados voluminosos y las hombreras... Y los vivió con intensidad, desarrollando una rebeldía que llegó a su punto máximo cuando se negó a comer durante la clase obligatoria de formación militar. Acusada de realizar una huelga de hambre política, las autoridades de la RDA le prohibieron seguir estudiando. Encontró refugio en los libros de filosofía. Kant, Hegel y Marx siguen siendo sus autores favoritos.

alternative text
La llamaban 'La china'. Sahra con su madre en una imagen de 1983. Con su progenitora, se fue a vivir a Berlín Oriental, pero allí los otros estudiantes la llamaban 'la china' por su aspecto exótico. Se refugió en los libros, con Marx y Engels como escritores de cabecera.

Tras este revés trabajó como secretaria y dando clases particulares de ruso. Siempre a contracorriente, Sahra se unió al Partido Socialista Unificado, el de Erich Honecker, en 1989, apenas seis meses antes de la caída del Muro. «No quería que me viesen como una oportunista», dice para justificar su sorprendente decisión cuando los alemanes del Este se pasaban en desbandada a Occidente.

Aunque nunca quiso saber nada de la caída del Muro, la unificación le permitió estudiar Filosofía y Literatura. Y se doctoró en Economía. En 1997, a la edad de 27 años, se casó con Ralph T. Niemeyer, un cineasta. La boda tuvo lugar el 5 de mayo para hacerla coincidir con el cumpleaños de Karl Marx. La unión duró 18 años a pesar de las repetidas infidelidades de Niemeyer, que tuvo tres hijos fuera del matrimonio. «Creo que no conozco la naturaleza humana», comentó amargamente Sahra. Niemeyer, en un giro surrealista, se instaló hace un año en Moscú, donde se proclamó «líder en el exilio» de los Reichsbürger ('Ciudadanos del Reich'), un grupúsculo de extrema derecha que cuestiona la legitimidad del Estado alemán y pretende volver a las fronteras de antes de la Segunda Guerra Mundial.

alternative text
Un marido infiel y de extrema derecha. Sahra y el cineasta Ralph T. Niemeyer se casaron el día del cumpleaños de Karl Marx. Él le fue infiel repetidamente, tanto que tuvo tres hijos fuera del matrimonio; Hoy vive en Rusia, vinculado a grupos de extrema derecha y se ha autoproclamado «canciller en el exilio».

Sahra se casó en segundas nupcias con Oskar Lafontaine, una figura prominente de la socialdemocracia, que llegó a ser ministro en los noventa. Sin embargo, tras desavenencias con el canciller Gerhard Schröder (otro que se considera el mejor amigo de Putin) renunció. Wagenknecht se afilió luego a Die Linke (La Izquierda), partido cofundado por su actual marido, y comenzó a labrarse su carrera política. No obstante, sus desacuerdos con la línea oficial, en especial desde 2015, coincidiendo con la crisis de los refugiados, la llevaron a distanciarse de esta formación. Llegó a decir que la canciller, Angela Merkel, era la responsable última de los atentados yihadistas por su política de puertas abiertas, cuestionó las medidas durante la pandemia y se opuso al envío de armas a Ucrania… Sahra era un verso libre y siguió su propio camino.

Ha escrito una docena de libros, incluyendo: Prosperidad sin avaricia y Cómo librarnos del capitalismo. Pero su manifiesto político se titula Los engreídos, y alcanzó el número uno en ventas de no ficción en Alemania. Ella misma lo describe como su 'contraprograma' electoral. Y, en gran medida, ese es el hilo conductor de su trayectoria vital: juega a la contra.

alternative text
El tortazo de chocolate. Durante un congreso de Die Linke, miembros del ala más a la izquierda del partido le lanzaron una tarta. Era el año 2016.

Sahra sostiene que la izquierda se ha alejado de las clases trabajadoras y de los jubilados de bajos ingresos, es decir, de sus raíces tradicionales, en beneficio de un progresismo elitista, universitario y urbano. El BSW, su partido, se presenta como alternativa con tres propuestas 'a contrapelo'. Política exterior: se opone al envío de armas a Ucrania y aboga por negociaciones de paz. Arremete contra la OTAN y las sanciones contra Rusia argumentando que perjudican a la economía alemana. Inmigración: defiende políticas más restrictivas y deportaciones. Política identitaria: critica que se prioricen temas como la diversidad de género, el lenguaje inclusivo y el activismo ambiental, desviando la atención de problemas económicos y sociales más urgentes.

Su manifiesto político, 'Los engreídos', fue número uno en ventas. Sostiene que la izquierda se ha olvidado de la clase trabajadora y sus problemas

Las contradicciones que encarna Wagenknecht no son únicas en el complejo panorama político alemán actual. Alice Weidel, colíder de Alternativa para Alemania (AfD), presenta un perfil no menos impactante. Nacida en el Oeste de Alemania, Weidel también posee un doctorado en Economía. Trabajó brevemente para Goldman Sachs y vivió varios años en China, donde aprendió a hablar mandarín con fluidez. Sin embargo, lidera un partido conocido por su retórica antiinmigración y su euroescepticismo. El contraste se agudiza en su vida personal: Weidel es abiertamente lesbiana, mantiene una relación con una mujer originaria de Sri Lanka y juntas crían a dos hijos adoptados.

alternative text
La esposa de 'Napoleón'. En la actualidad está casada con Oskar Lafontaine. No tienen hijos. Aquí en 2012 en una fiesta de carnaval. Él, disfrazado de Napoleón; ella, de Josefina.

Según The Economist, el 'fenómeno Wagenknecht' refleja una tendencia global: el auge de los movimientos populistas 'a la carta' que desafían las etiquetas tradicionales y que apuntan a un futuro de violenta polarización. «El BSW ofrece una mezcla de políticas de extrema derecha (en inmigración y cultura) y de extrema izquierda (en gasto social), con un toque de antiamericanismo y simpatías prorrusas». Esa es la receta de su éxito; pero, si hay que cambiar los ingredientes, se cambia lo que haga falta. El 'fenómeno Wagenknecht' sería un síntoma de una enfermedad de la democracia: la desconfianza de una parte de la ciudadanía hacia las instituciones. Si se trata de un trastorno pasajero o de una dolencia incurable, está por ver.

MÁS DE XLSEMANAL