
Anécdotas reales
Anécdotas reales
Martes, 23 de Septiembre 2025, 17:15h
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Esto es ridículo», exclamaba Isabel de Inglaterra a menudo mientras leía la prensa. «No entiendo a Europa», añadía cuando se informaba sobre asuntos de la Unión Europea. ¿Era partidaria del Brexit? El libro El poder y el palacio: la historia secreta de la monarquía y el número 10 de Downing Street, de Valentine Low, desvela que no.
Un ministro que habló con ella poco antes del referéndum ha desvelado que ella dijo: «No deberíamos salir de la Unión Europea. Es mejor quedarse con lo malo conocido». Deduce Low que «la reina veía a la Unión Europea como parte del acuerdo de posguerra, que marcó una era de cooperación tras dos guerras mundiales». El ex primer ministro David Cameron ha explicado que la reina «era muy cuidadosa a la hora de no expresar una opinión política, pero se intuía que pensaba que la cooperación europea era necesaria, aunque las instituciones de la Unión Europea a veces eran exasperantes».
No fue tan cuidadosa con Barack Obama. Durante el banquete que ofreció al presidente de Estados Unidos, en 2011, en Buckingham Palace, pidió a George Osborne, canciller de la Hacienda del Gobierno de David Cameron: «¿Le puedes decir al presidente Obama que es hora de irse a la cama?». Eran cerca de las doce de la noche. Ella se quería ir a dormir. Pero Obama estaba rodeado de gente, muy activo. A Osborne le sacó del apuro el secretario de la reina que le dijo: «Estamos manejando la situación».
Parece que Obama se sintió a gusto en Buckhingham mientras que el príncipe heredero de Arabia Saudí Mohamed bin Salmán se puso allí de los nervios... de la emoción. Cuando visitó Londres, en 2018, «estaba decepcionado porque en el programa –en el que le recibía el gobierno en pleno– no había encuentro con la reina», dice Low. Se hicieron las gestiones pertinentes y la reina lo citó a comer con ella. El príncipe saudí se puso muy nervioso (dicen que temblaba) y no consintió en hablar en inglés (que domina) porque «no es perfecto».
La reina tenía sus opiniones sobre los gerifaltes que le tocó tratar. Por ejemplo, no le agradaba el general de Paquistán Pervez Musharrad. «¿No es un sinvergüenza?», dijo ella. «¿No es completamente corrupto?», añadió ante un grupo de políticos británicos que se quedaron perplejos.
Con Boris Johnson, sin embargo, hizo buenas migas. Se lo confesó a Sir Malcolm Rifkin durante una visita que el político conservador le hizo en Sandringham: «Me parece una persona bastante interesante», dijo la monarca británica sobre Boris Johnson.
La reina se reunía con los primeros ministros los miércoles. Cuando la pandemia del Covid estaba confinando a medio mundo, el 18 de marzo de 2020, Johnson le dijo a su secretario, Martin Reynolds, que iba a ver a la reina, como siempre. Al secretario le pareció imprudente y más todavía porque Johnson tenía una tos sospechosa.
Pero Johnson estaba empeñado en acudir a su cita semanal en el Palacio de Buckingham. Solo el consejero jeje del primer ministro, Dominic Cummings, podía persuadirle de que no se reuniera con la reina. «Si la contagias de coronavirus y muere ¿qué vas a hacer? No puedes ir, no te puedes arriegar. Es una locura», le espetó.
Pero no lo convenció. Además, la reina también quería quedar en persona con Johnson, no quería cambiar su habitual encuentro. Finalmente se canceló la cita. Fue gracias a una hábil maniobra de sus secretarios: el de Boris Johnson le dijo al primer ministro que la reina quería cancelar el encuentro y el de la reina le dijo a la monarca que era el primer minsitro el que quería cancelar. La estrategia funcionó.
El despacho semanal se hizo por teléfono en esa ocasión. Menos mal. Boris Johnson –que tosió sin parar durante la conversación con la reina– fue diagnosticado de Covid una semana después de aquel encuentro telefónico.
Otra anécdota de la reina y Johnson que cuenta Valentine Low es que Isabel le dio permiso al primer ministro para que practicara footing en los jardines de Buckingham en aquellos días de estricto confinamiento. Johnson aceptó y fue a a entrenar a los jardines con su perra Jack Russell. La perra mató a un polluelo de ganso y Johnson decidió no decir ni palabra de aquello. Se quedó de piedra cuando en la siguiente reunión con la reina ella le dijo: «Tengo entendido que los jack russels no se llevan muy bien con los gansitos».
Ir a visitar a la reina era todo un mundo en tiempos de Isabel. A Margaret Thatcher no le gustaba ir a palacio. John Major, sin embargo disfrutaba de la visitas veraniegas a Balmoral (Escocia). «Lo único que no me gustaba era que un gaitero recorriera la casa a una hora intempestiva de la mañana. Y algunos de los baños eran antiguos. Pero siempre era divertido. Era muy informal. Mirabas por la ventana y veías que llovía a cántaros, y allí estaba la reina con los perros, con su impermeable y un pañuelo en la cabeza, como cualquier otra amante de los perros. Por la noche hacíamos barbacoas, que solía preparar el príncipe Felipe. No había formalidades. Se observaban las cortesías habituales, pero siempre era relajado y divertido. El humor siempre estaba presente», cuenta Major.
El gaitero a veces era molesto, confiesa Major. Un domingo por la mañana casi no pudo hablar con el primer ministro italiano Giuliano Amato porque la gaita se colaba en la conversación. Y las barcacoas eran interesantes por ver a la familia real enfangada en tareas domésticas. El duque de Edimburgo y el príncipe Andrés se encargaban de asar las salchichas. Y la reina fregaba los platos.
Sí, fregaba la reina. Alex Allan, secretario de John Major ha dado detalles. «Una vez me levanté para ir a ayudarla. Estaba sentado junto a una dama de compañía, y ella me dijo: «¡No, no, no! A la reina le gusta hacerlo. Pero no te preocupes, cuando los platos y todo lo demás vuelven al castillo, se meten en el lavavajillas».