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Reservas estratégicas de gas

Aquí está enterrada la última esperanza contra el gran apagón

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En caso de apagón energético, tendríamos 40 días de infarto para solucionarlo. Es la cantidad de gas natural que tenemos ‘ahorrado’ como reserva estratégica. Y gran parte está aquí, en un almacenamiento subterráneo de Yela (Guadalajara). Esta es la estufa que, en caso de emergencia, tiene que mantener caliente a media España en los meses más crudos del invierno.

Por Carlos Manuel Sánchez

Domingo, 21 de Noviembre 2021

Tiempo de lectura: 7 min

Si las cosas se ponen feas, tenemos 40 días. Ese plazo debería dar un margen a España para conseguir energía y combustible en los mercados internacionales en caso de desabastecimiento. Pero ¿de verdad las cosas se pueden poner tan feas como para tener que recurrir a las reservas estratégicas de gas?

Si hacemos caso de las recomendaciones del Gobierno de Austria, sí. El Ejército ha pedido a los ciudadanos que hagan acopio de todo lo imprescindible para sobrevivir a un gran apagón. Y da por descontado que en cinco años lo habrá. El anuncio, que ha provocado un escalofrío en Europa, tiene a los analistas divididos. La mayoría considera que ese gran apagón es improbable, aunque no imposible. «El sistema gasista español está muy bien gestionado. Sus reservas no son elevadas, pero tiene buenas posibilidades de conseguir cargamentos y puede pagar precios altos», opina Gonzalo Escribano, experto en energía del Real Instituto Elcano. Otros, sin embargo, piensan que «es inevitable», como Fernando Valladares, del CSIC. Y si algo nos ha enseñado la pandemia es que los 'cisnes negros' existen. Pero ¿hasta qué punto es vulnerable España? Lo cierto es que el 73 por ciento de los recursos energéticos que consumimos procede del exterior, y en el caso concreto del petróleo y el gas es casi el cien por cien. Estamos acostumbrados a llevarnos un disgusto en el surtidor en épocas de carestía. Pero esta vez es el gas el que está marcando la diferencia. Su precio en Europa se ha disparado casi un 500 por ciento en el último año. ¿Por qué se ha vuelto tan importante este recurso?

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El gas natural es un combustible fósil que se formó hace millones de años en el fondo de los pantanos. En realidad, es una mezcla de gases, sobre todo metano. Hay reservas mundiales para más de 65 años. Pero desde que China decidió 'jubilar' el carbón nunca ha tenido tantos novios, pues se ha convertido en el combustible de preferencia para la transición hacia las energías renovables. No es limpio, pero emite la mitad de dióxido de carbono (CO2) que el carbón o el petróleo. Y no solo sirve para cocinar, sino que en España el 26 por ciento de la producción de energía eléctrica depende de centrales térmicas de ciclo combinado, que usan gas y vapor.

Nuestro país, además, cuenta con pocas (y vetustas) centrales nucleares y ha desmantelado las térmicas de carbón. Mientras Francia recurre a sus 60 centrales nucleares y Alemania se encomienda sin pudor al carbón, España depende más que nunca del gas natural. Pero tiene que importar el 99,8 por ciento. ¿De dónde? El 47,7, de Argelia. Y sería más de la mitad si la legislación no lo prohibiera para evitar depender en exceso de un solo país, lo cual es una invitación al desastre, como bien saben en Europa central, donde tiritan cada vez que Putin corta el grifo del gas siberiano. La buena noticia es que nuestras relaciones con Argel son excelentes; la mala, que Argelia y Marruecos se llevan fatal. Esto acaba de provocar el inoportuno cierre del principal gasoducto que conectaba los yacimientos argelinos con Europa, que pasa por suelo marroquí. Queda otra tubería que recorre 550 kilómetros de desierto y 200 de lecho submarino entre los campos gasistas de Hassi R'Mel y la playa del Perdigal en Almería, aunque no tiene tanta capacidad. Y deja a España a expensas de que una avería, un ciberataque o un atentado corten el chorro.

Hay reservas mundiales de gas para 65 años, pero desde que China decidió 'jubilar' el carbón nunca ha tenido tantos novios. Es el combustible de preferencia parala transición hacia las energías renovables

En el peor de los escenarios tendríamos que echar mano de las reservas estratégicas. Existe una infraestructura crítica muy poco conocida. Está en mitad de la meseta castellana, rodeada de campos de cultivo. Se trata del almacenamiento subterráneo de gas natural de Yela (Guadalajara). En caso de emergencia, es la estufa que debe mantener caliente a media España en los meses más crudos del invierno. En superficie no parece gran cosa: una discreta instalación junto a los campos de lavanda de Brihuega, pero a 2300 metros de profundidad alberga un acuífero salino. En verano se le inyecta el gas comprimido que servirá para tener un colchón con el que garantizar el suministro nacional; y en invierno, a medida que se va vaciando, el agua vuelve a recargar el acuífero. El pasado enero fue el temporal Filomena el que puso a prueba por unos días el sistema gasista español, que tuvo que echar mano de reservas equivalentes a día y medio de consumo para afrontar las intensísimas nevadas. Yela es uno de los tres almacenes de emergencia de los que dispone España, todos gestionados por Enagás. Y es vital por su ubicación en el centro del país. Los otros son sendos yacimientos agotados que se rellenan periódicamente: Serrablo (Huesca) y Gaviota, en el mar Cantábrico. Las reservas serían mayores si no se hubiese producido el fiasco del almacén Castor, en el Mediterráneo, descartado por los seísmos que produjo.

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De aquí a su radiador. El sistema inyecta gas durante los meses de baja demanda y lo extrae y distribuye cuando la demanda crece, en los meses de invierno. Si un invierno normal ya es duro, en este, que se prevé especialmente frío, más vale que haya electricidad para los radiadores.

Por ley, siempre debe haber un remanente mínimo para 20 días de gas y 92 de petróleo. Enagás decidió duplicar las reservas de gas y hay petróleo para 107 días. El mensaje de las autoridades es tranquilizador. Pero el invierno aún no ha empezado. Los modelos meteorológicos han detectado que habrá Niña por segundo año consecutivo, un enfriamiento a gran escala del Pacífico ecuatorial cuyos efectos se notarán en todo el hemisferio norte.

Por eso, medio mundo se ha lanzado a contratar los servicios de buques metaneros. No son baratos. Son embarcaciones muy costosas, pues hay que licuar el gas, que debe mantenerse a una temperatura de –160 grados. De este modo, ocupa unas 600 veces menos volumen que en estado gaseoso. Son barcos gigantescos, de casi 300 metros de eslora; y, paradójicamente, muy contaminantes. El Castillo de Mérida, con 178.000 metros cúbicos, es el metanero español más grande y transporta el equivalente a la demanda nacional de un día. En el mundo hay 642 embarcaciones así. Son pocas. Y se las rifan. Según Deloitte, los fletes por un día de navegación superarán en diciembre los 100.000 euros, el triple que en 2013. En 2020 descargaron en España 238 metaneros, sobre todo de Estados Unidos, Nigeria, Rusia y Catar. El derecho a descargar se denomina slot y se adjudica mediante subasta. Este invierno, los intermediarios internacionales han pagado por asegurarse 136 slots (el invierno pasado fueron 86). El precio medio ha pasado de 50.000 a 350.000 euros, aunque en algunos casos se están pagando hasta un millón de euros por un slot. Solo se puede descargar en aquellos puertos donde hay plantas de regasificación. En el caso de España, son media docena: Barcelona, Cartagena, Huelva, Ferrol, Sagunto y Bilbao. Es una de las pocas ventajas de nuestro país, que está a la cabeza en regasificación. Tras descargarlo, el gas se almacena en tanques criogénicos. La vaporización se realiza pulverizando agua de mar para calentar el gas licuado y que vuelva a su estado gaseoso. Luego se odoriza para que pueda ser detectado en caso de fuga y se inyecta en la red de gasoductos o se lleva a los almacenes subterráneos.

El desabastecimiento de petróleo en 1973 paralizó la actividad económica en Occidente y disparó la inflación. En España, hasta un 30 por ciento. Muchos analistas creen que se repetirá el escenario con el gas

España intenta por todos los medios asegurarse el suministro. Pero es una batalla en la que están muchos países enzarzados. Por eso ha pedido a Bruselas que las compras se hagan de manera conjunta. Roberto Gómez-Calvet, profesor de la Universidad Europea de Valencia, apunta a otros mecanismos para paliar el desabastecimiento energético. Uno de ellos son los contratos de interrumpibilidad, por los que fundiciones, cementeras y otras fábricas tendrían que parar su actividad, dando preferencia a los hogares. Y, en caso de necesidad extrema, poner en marcha alguna central de carbón.

¿Deberíamos aprender de Finlandia? Ellos almacenan carburante, comida, medicamentos, semillas e incluso munición. Y es que un fantasma recorre el mundo: el de la crisis de energía de 1973. Como consecuencia de la guerra de Yom Kippur, los países productores de petróleo suspendieron las exportaciones de crudo. Hubo un desabastecimiento en Occidente que paralizó la actividad económica y disparó la inflación, que rozó el 30 por ciento en España. ¿Vamos camino de una reedición de aquella crisis? Muchos analistas así lo creen. Los cortes de electricidad en China, la paralización de las siderurgias en Europa o la imposibilidad de los productores de cereal de conseguir fertilizantes (cuya fabricación precisa gas natural) no auguran nada bueno. Por no hablar de una factura de la luz exorbitante que amenaza el acceso a esta energía a millones de hogares.

Etiquetas: Energía