Viernes, 08 de Noviembre 2024
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A riesgo de parecer que defiendo un territorio cultural que, sin duda, me apasiona, he de decir que ese vivo interés que muchos aún muestran por la antigua Roma no es para mí sino uno de los últimos estertores de inteligencia de una sociedad que agoniza, sin saberlo, sumergida en un mar de pantallas que hipnotizan tanto como impiden pensar. Pero permitan que argumente esta tesis.
Consciente o inconscientemente, sabemos que venimos de Roma: nuestras leyes son una evolución del derecho romano, nuestro idioma procede del latín y hasta costumbres tan nuestras como la siesta tienen su origen en el hecho de que los romanos en la hora sexta (de ahí la palabra 'siesta'), que marcaba el mediodía solar, descansaban. Hasta ponemos en rojo los días festivos del calendario porque en la antigua Roma se marcaba con ese color esos mismos días. Cada mes de nuestro calendario está relacionado con Roma: enero, de ianuarius, de Jano, el dios de las dos caras que mira hacia los dos lados; febrero de februarius, de las februa o tiras de un carnero sacrificado en las fiestas lupercales con las que se tocaba ritualmente a las mujeres jóvenes con la creencia de que serían más fértiles, et cetera, et cetera. Incluso si iniciamos el año el 1 de enero es porque los romanos tuvieron que cambiar su principio de año, que era el 15 de marzo, mes de Marte, dios de la guerra, en el que se comenzaba el reclutamiento para las nuevas campañas militares, al 1 de enero para que cuando se combatía en la lejana Numancia (Soria), donde el verano dura pocas semanas, se llegara a tiempo de combatir. Si se empezaba el reclutamiento en marzo, para cuando los cónsules llegaban a Numancia ya apenas había margen de buen tiempo para la lucha. Que el 1 de enero sea el primer día del año por nosotros ya les digo yo que en Hollywood no lo saben. Somos más Roma que nadie.
Pero ya que menciono el icono occidental de la industria audiovisual, incluso si planteamos una perspectiva, una mirada más amplia sobre Roma y la observamos con el tamiz anglosajón que domina nuestra cultura occidental actual, ya sea por la literatura, el cine o la televisión, el interés por Roma permanece. Y de ahí la constante retahíla de nuevas series televisivas, películas o novelas sobre la antigua Roma rodadas por Hollywood o para diferentes plataformas televisivas. La antigua Roma forjó Occidente: si aceptamos que el origen de Occidente, para bien o para mal (si Occidente es bueno o malo es otro tema), se compone por una Europa comprendida por España, Italia, Países Bajos, Bélgica, Suiza, Francia, Alemania y el Reino Unido, observaremos que todo eso lo unió Roma. De hecho, la mayor parte de esos países fueron anexionados por Julio César en la conquista de las denominadas 'Galias', que entonces formaban todos los países mencionados a excepción de España e Italia. César forjó Occidente. Y Roma, su imperio, lo solidificó y nos lo transmitió hasta nosotros.
Hay dos preguntas que uno suele hacerse a lo largo de su existencia: de dónde venimos y hacia dónde vamos. La ciencia ficción da respuesta de un modo lúdico, pero no exento de reflexión, a la segunda pregunta. Deberíamos plantearnos por qué la mayor parte de la ciencia ficción reciente describe terribles mundos distópicos. A la primera pregunta, sobre de dónde venimos, le responde la mirada al pasado de las novelas históricas y las películas y series de época. Y tener respuesta a este interrogante es esencial porque, si realmente entendemos y asumimos de dónde venimos, podríamos aprender de nuestros errores. Por ejemplo, no sé si será cierto o invento del guionista, pero en la película 13 días, sobre la crisis de los misiles de Cuba, se nos muestra a un Kennedy que toma sabias decisiones, evitando el conflicto nuclear y el exterminio de la especie humana, gracias a lo que aprendió de lecturas sobre el pasado como Los cañones de agosto, de Barbara W. Tuchman, sobre la Primera Guerra Mundial, o El arte de la guerra, de Sun Tzu. ¿Qué político actual creen ustedes que ha leído alguno de estos dos libros?
Lamentablemente, hoy día vivimos en un mundo donde las diferentes reformas educativas van en detrimento de asignaturas como la Historia, el Latín, el Griego Clásico, la Filosofía o la Literatura. Tengo la oscura percepción de que quienes nos gobiernan, no importa el signo político de turno, persiguen adormecernos entre pantallas henchidas de vacuidad en donde no se piense, porque una sociedad inculta, una sociedad que ni siquiera recuerde su origen o su historia es infinitamente más manipulable, fácil de someter y dócil. Es importante que no olvidemos que un emperador como Trajano obligaba a los senadores corruptos a devolver todo el dinero sustraído ilegalmente y, si alguien no parecía recordar dónde había escondido su inicua fortuna, el emperador tenía a bien indicarle que disponían de un maravilloso Anfiteatro Flavio, hoy conocido como 'Coliseo', con rugientes leones hambrientos esperándolos. Todos devolvían el dinero y eran deportados a incómodos puestos en las más remotas fronteras del Imperio. Quizá no se quiera recordar que una mujer como Julia Domna forjó una dinastía; o que Fulvia, esposa de Marco Antonio, llegó a comandar ocho legiones; o que Nerón gobernó bien mientras se dejó asesorar por el culto Séneca, hispano, por cierto, y mal cuando ordenó su suicidio. Quizá se quiera borrar de nuestras mentes que Escipión, César, Cicerón, hasta el indómito Marco Antonio estudiaban retórica y eran capaces de dar discursos sin leer nada, sino mirando a los ojos a sus interlocutores.
Pero parece ser que, por el momento y pese a la persistencia de nuestra clase política, aún no se ha conseguido extirpar la natural curiosidad del ser humano por saber de su origen, y miles de miles de personas siguen aún buscando en ese pasado qué fue Roma, cómo surgió y se expandió, y por qué cayó hecha pedazos.
Nosotros somos aún esos pedazos.
Por todo esto, creo que quien muestra un interés o una simple curiosidad por la antigua Roma, aún sin saberlo, está mostrando una rebeldía con la que, no lo dudo, seguirán empeñados desde el poder en eliminar por completo.
Pero los romanos siempre vuelven.