Ni el verdadero Charles Ingalls, el padre de la familia al que dio vida Michael Landon, era tan cándido; ni moverse por el viejo oeste arrastrados por la pobreza extrema fue una experiencia tan bucólica como vimos durante nueve temporadas en La casa de la pradera. Desde su estreno en septiembre de 1974, la serie que consiguió más de dieciséis millones de espectadores por episodio (y ganancias por el equivalente a casi un millón y medio de dólares de la actualidad) mostró la vida de una familia casi perfecta. Pero, como era de esperar, la realidad fue mucho más oscura.
Más que una serie, La casa de la pradera fue un concepto: la conquista del sueño americano. Trabajo duro, bondad y honestidad fueron los valores que caracterizaron a aquella familia de colonos asentados en el Minnesota de finales del siglo XIX que, pese a sufrir todo tipo de calamidades, siempre conseguía salir adelante. «Fue un recordatorio de lo que pasamos cuando fundamos este país y lo difícil que fue», decía Melissa Gilbert, la actriz que encarnó a la pequeña Laura Ingalls. Y por ‘difícil’ no se refería exactamente a esos finales felices y llenos de amor a los que nos acostumbraron los Ingalls de la ficción.
Aquella historia fue un producto creado para Hollywood, pero los 'hechos reales' en los que se basaba se recogen en el libro Pioneer Girl. The annotated Autobiography, las memorias de la infancia de la verdadera Laura Ingalls Wilder (1876-1954): una historia personal y sin adornos de la vida de su familia, que emprendió un viaje a través del oeste americano, un lugar inhóspito y lleno de peligros.
En el libro, que Wilder escribió entre 1929 y 1930, la protagonista cuenta escenas de abuso doméstico e incluso el intento de violación que sufrió por parte del marido borracho de la vecina a la que cuidaba. «En esa época, la violencia formaba parte de la vida cotidiana de los pioneros», recuerda Nancy Tystad Koupal, la directora de South Dakota Historical Society Press, la editorial encargada de publicar la autobiografía. Y añadía que, en la historia real, nada de una bonita cabaña en mitad del campo: la familia Ingalls nunca tuvo un hogar en su propiedad y se veían obligados a mudarse continuamente de un lugar a otro.
Tampoco Charles Ingalls, el padre de Laura, era ni de lejos tan encantador como el personaje al que dio vida Michael Landon. La protagonista lo describe como un hombre iracundo y adicto al alcohol: «Era malhumorado, mentiroso y hasta evitaba pagar el alquiler de las casas en las que habitaban», explica la hija. ¿El padre Ingalls, un okupa? Según el libro, la verdadera familia sufrió reveses financieros muy graves y en alguna ocasión tuvieron que escapar a media noche a hurtadillas de las casas que alquilaban porque el padre no podía pagarlas. De hecho, acabaron mudándose al este y, durante un breve período, abandonaron la idea de establecerse en una granja y decidieron administrar un hotel. Y esa fue la época más dura.
El relato de los meses que pasaron en el hotel de Burr Oak, en Iowa, reúne episodios terribles. Cuando llegaron, el pueblo estaba sumido en la pobreza y la indigencia. Se instalaron en la habitación superior a la de un alcohólico y la madre vivía aterrorizada por mantener a sus hijas alejadas de todos los borrachos con los que se topaban por la calle. El hotel estaba plagado de agujeros de bala que había dejado el hijo del anterior propietario cuando había intentado matar a su mujer.
Otro de los incidentes más turbios tuvo lugar cuando uno de los vecinos de la familia quemó su cuarto con queroseno y arrastró a su mujer de los pelos hasta allí. Afortunadamente, el padre Ingalls intervino en el incidente y consiguió detener el intento de asesinato. También allí Laura y su hermana Mary enfermaron de escarlatina y los efectos persistentes de esta enfermedad fueron un factor en la ceguera de Mary. Finalmente, la familia dejó el hotel y regresó al lugar donde habían vivido hasta entonces, en Walnut Grove (Minnesota).
La serie tampoco recoge la existencia del hermano pequeño, Freddy, que murió de bebé mientras vivían en Iowa. Ni la historia de los cinco niños que se perdieron en mitad de una tormenta de nieve. Tres de ellos murieron congelados antes de ser encontrados y la niña mayor había sufrido tanto frío que más tarde el médico tuvo que cortarle una pierna.
Y, aunque tampoco sabemos si era necesario quedarnos con esta imagen, sí que somos conscientes de que aquel mundo de postal sobre el viejo oeste que vimos en los ochenta muy normal no era. Series actuales como 1883, la precuela de Yellowstone, ya nos han puesto en nuestro sitio. La caravana de emigrantes europeos que atraviesan aquellos territorios, desde Texas hasta Oregón, tuvo que enfrentarse a todo tipo de calamidades: desde forajidos, indios o serpientes, hasta enfermedades como la viruela o la disentería; o ríos que acabaron con muchos de ellos ahogados. Y no es spoiler, es vida real.