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Los 'zombis' del permafrost

Esta criatura sigue viva tras pasar 24.000 años bajo el hielo

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Son los ‘zombis’ del permafrost. Organismos y animales que, al descongelarse por el calentamiento global, empiezan a recobrar vida. Los incendios que asolan Siberia este verano aceleran el inquietante proceso. ¿Qué más revivirá cuando se derrita esa región? Un patógeno aislado desde la última glaciación podría desencadenar la próxima pandemia.

Por Carlos Manuel Sánchez

Sábado, 21 de Agosto 2021

Tiempo de lectura: 8 min

Arde Siberia. Este verano cientos de incendios forestales han calcinado más de un millón y medio de hectáreas en esta región de Rusia. La tundra siberiana está asentada sobre una capa del subsuelo que llevaba siglos congelada, y que el calentamiento global está convirtiendo en un lodazal. Es una bendición para los científicos, que están desenterrando organismos asombrosos. Y también es un riesgo, pues muchos virus y bacterias se conservan perfectamente en el hielo oscuro y pobre en oxígeno del permafrost.

La provincia de Sajá-Yakutia, incrustada en el círculo polar Ártico, se calienta una tasa dos veces y media más rápida que el promedio mundial. En circunstancias normales, las capas superficiales del permafrost, de medio metro de profundidad, se funden cada verano. Pero ahora el calentamiento global está exponiendo capas cada vez más profundas y antiguas.

Un reciente artículo publicado en la revista científica Current Biology describe cómo los rotíferos bdeloideos sobrevivieron congelados en el permafrost siberiano durante 24.000 años, según la datación por radiocarbono. «Nuestro hallazgo es la prueba más contundente de que existen animales pluricelulares que pueden aguantar decenas de miles de años en criptobiosis, un estado de casi completa suspensión de la actividad celular», explica Stas Malavin, del Laboratorio de Criología del Suelo de Pushchino (Rusia). «Estos animales vieron deambular por el planeta a los mamuts lanudos, lo cual es bastante impresionante».

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Un organismo con cerebro.Los rotíferos solo miden unas micras, pero su anatomía es compleja. Disponen de cerebro, músculos y un sistema digestivo que incluye boca y ano. Viven en agua dulce en cualquier latitud. Les basta un poco de humedad: un charco, un terrón de césped, el agua de una piscina... Este de la foto, de 24 mil años, se halló a solo tres metros bajo la superficie del permafrost. Y está vivo y se reproduce.

Una vez de regreso al mundo de los vivos, los rotíferos no perdieron el tiempo. Lo primero que hicieron fue reproducirse. Prescinden de la reproducción sexual; prefieren la partenogénesis: las hembras clonan sus propios óvulos sin necesidad de intervención masculina. La segmentación del óvulo sin fecundar se desencadena por factores ambientales, químicos o incluso por descargas eléctricas. Los biólogos califican de «escándalo evolutivo» cómo los rotíferos han podido prescindir del sexo durante millones de años, lo que se considera una desventaja, pues los genes no se 'barajan' de una generación a otra, sino que se copian. Este hándicap en la selección genética no ha impedido que existan centenares de especies de rotíferos.

¿Cómo sobreviven? Los científicos solo saben que son capaces de aislarse del exterior, como una almeja. Tienen la rara habilidad de precintarse a sí mismos. Entran entonces en una especie de trance denominado criptobiosis, «un estado misterioso entre la vida y la muerte», comenta Malavin. No son los únicos animales capaces de resucitar. En 2016, un grupo de científicos japoneses revivió con éxito a otro campeón de la resistencia, el tardígrado (también llamado oso de agua por su apariencia al microscopio), después de permanecer congelado durante treinta años.

'No hay apocalipsis que pueda con ellos'

El equipo ruso ya había sido capaz de revivir musgo antártico y de cultivar plantas a partir de semillas congeladas durante siglos. Y había identificado muchos microbios unicelulares. «Que un organismo multicelular vuelva a la vida después de miles de años es el sueño de muchos escritores de ciencia ficción, pero cuanto más complejo es el organismo, más difícil es preservarlo vivo en el hielo. Para los mamíferos no es posible en la actualidad», aclara Malavin.

Los rotíferos nos pueden dar más de una lección sobre resiliencia. No hay apocalipsis que pueda con ellos. Lo resisten todo. La radiación, la acidificación, la anoxia, la deshidratación, el hambre, un clima hostil... «Pueden soportar cualquier tortura», resume Matthew Meselson, biólogo molecular de la Universidad de Harvard. «Son probablemente los únicos animales que conocemos que podrían hacerlo bastante bien en el espacio exterior», añade. De hecho, ya se han enviado tanto rotíferos como tardígrados al espacio. La NASA comprobó en un experimento de 2007 que los tardígrados sobrevivían sin la ayuda de un traje hermético. Si el robot Perseverance encuentra vida en Marte, probablemente se asemeje a estas criaturas.

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El cráter de la prehistoria.El cráter de Batagaika, en Siberia, comenzó a generarse hace 60 años, cuando se taló parte del bosque, pero fue hace 25 cuando se produjo el hundimiento de tierras. Y se acelera cada año, al derretirse el permafrost. Tiene 1 kilómetro de largo, 100 metros de profundidad y se expande de 15 a 18 metros cada año. Dentro del agujero se han hallado restos de bisontes, mamuts, y renos de hace 44.000 años. |Katie Orlinsky - World Press Photo

Resucitar un potrillo que se ahogó hace 42 mil años

Que el suelo ártico se descongele está deparando otras sorpresas. En Yakutia se encuentra el 70 por ciento de los huesos de mamut. Y en excavaciones sucesivas desde 2015 se han hallado cuatro cachorros de león de las cavernas y se comprobó que su pelaje es moteado, tal y como aparece pintado en la cueva de Chauvet (Francia). También se encontraron varios cachorros de 12.500 años de antigüedad de perro, lobo o un híbrido de ambos. Y un potrillo que se ahogó en el lodo hace 42.000 años. Pertenece a una raza de caballos extinta. La sangre se conserva en buen estado y se han extraído células para clonarlo, de momento sin éxito.

Pero el permafrost también esconde serias amenazas. Unas afectan al medio ambiente: se liberan cantidades ingentes de dióxido carbono atrapado en él y que van a parar a la atmósfera. Y un estudio realizado por geólogos del Instituto de Geociencias de Bonn afirma que las olas de calor también están contribuyendo al aumento de las emisiones de metano en una cantidad mucho mayor de lo que se pensaba.

«Tenemos diez mil años de materia orgánica congelada en el permafrost. Cuando empiece a descomponerse, será una bomba de relojería»

Otras amenazas pueden afectar a la salud. La geóloga Marcia Bjornerud advierte: «Tenemos diez mil años de materia orgánica congelada en el permafrost. Cuando empiece a descomponerse, será una bomba de relojería». Como el hielo marino del Ártico también se está derritiendo, la costa norte de Siberia es más accesible por mar. Esto ha vuelto más rentable la minería del oro y otros minerales, así como la prospección petrolífera y de gas natural. Por el momento, las capas profundas del permafrost no se han visto afectadas. «Sin embargo, estas capas antiguas podrían verse expuestas por las excavaciones mineras y las operaciones de perforación. Si todavía hay allí virus viables, esto podría significar un desastre», alerta Jean-Michel Claverie, biólogo de la Universidad de Aix-Marsella.

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Arde Siberia.El calentamiento global está teniendo consecuencias demoledoras en el Ártico y en Siberia. En el pueblo más frío del mundo, donde se alcanzan temperaturas de 60º bajo cero en invierno, ya se rozan los 38º en verano. Como consecuencia, este año los incendios ya han calcinado en la región rusa una extensión mayor que toda Andalucía.

Virus gigantes e infecciones del siglo XIX

Un equipo liderado por Claverie encontró dos virus gigantes (visibles con un microscopio corriente), atrapados durante 30.000 años en la tundra ártica, a unos treinta metros de profundidad. Afortunadamente, estos virus en concreto solo infectan a las amebas. ¿Pero qué pasaría si se libera una superbacteria capaz de derrotar a nuestros antibióticos? «No puede descartarse que algunos patógenos puedan revivir e infectarnos», advierte Claverie. «Puede que se trate de un virus; puede que sea una bacteria susceptible de ser tratada con antibióticos o puede que sea resistente. Si el patógeno no ha estado en contacto con los seres humanos durante mucho tiempo, nuestro sistema inmunológico no estaría preparado». Claverie asegura incluso que podrían resurgir virus muy antiguos, con los que se enfrentaron los primeros seres humanos que poblaron el Ártico: los neandertales.

Hace una década, los científicos rusos Boris Revich y Marina Podolnaya recorrieron unos doscientos lugares históricos de enterramiento de ganado afectado por ántrax y otras epidemias en Yakutia. «Como consecuencia del derretimiento del permafrost, los vectores de infecciones mortales de los siglos XVIII y XIX pueden volver, sobre todo cerca de los cementerios donde fueron enterradas las víctimas de estas infecciones», alertaron entonces. Su profecía se cumplió.

Se han encontrado fragmentos de ARN del virus responsable de la pandemia de gripe de1918 en cadáveres enterrados en la tundra de Alaska

En el verano de 2016, en un pueblo de la provincia de Okrug, murió un niño y un centenar de personas se contagiaron de ántrax tras consumir carne de reno infectada con el bacilo de esta enfermedad. Los científicos manejan la hipótesis de que hace unos 75 años muriese un reno a causa del ántrax y que su esqueleto quedase atrapado en el subsuelo hasta que el calor lo liberó, diseminando el ántrax en el agua de un lago y los terrenos circundantes. El bacilo pasó a la cadena trófica; más de 2000 renos que pastaban en la zona se contagiaron y, de su carne, saltó al ser humano. Desde entonces, las autoridades siberianas vacunan a cientos de miles de renos cada año contra el ántrax.

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Renos vacunados contra el antrax. Miles de renos son vacunados contra el ántrax cada año. Empezaron a inmunizarlos en 2016 cuando murió un niño tras consumir carne de estos animales infectada por el bacilo. La hipótesis es que el calor liberó el ántrax en algún reno muerto hace años por esa causa y los actuales se contagiaron.

Imprevisibles sorpresas en las cuevas

Estos patógenos que han estado aislados podrían aparecer en otros lugares. Se han encontrado fragmentos de ARN del virus responsable de la pandemia de gripe de 1918 en cadáveres enterrados en fosas comunes en la tundra de Alaska. Y en 2017 científicos de la NASA encontraron microbios de hasta 50.000 años de antigüedad en una mina de México. En otra cueva de ese país se encontraron microorganismos que no habían visto la superficie durante más de cuatro millones de años. El peligro que suponen las minas y las cuevas no es desdeñable. Baste recordar que el director de la OMS, Tedros Adhanom, reconoció en julio que fue prematuro descartar la teoría de que la pandemia actual se hubiera originado por una fuga en un laboratorio de Wuhan donde se manipulaban muestras de un coronavirus recogidas por un equipo de virólogos chinos en una mina de cobre donde murieron varios operarios que retiraban el guano excretado por miles de murciélagos en 2003. Por fortuna, todavía no se han hallado rastros de los virus más mortíferos, como el de la viruela, aunque a finales del siglo XIX una epidemia de viruela diezmó varias poblaciones de Siberia.

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