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Estrellas de mar

Carnívoras, carroñeras, transexuales... así son las estrellas de la superviviencia

Parecen simples y amables, pero las estrellas de mar son una especie que no tiene cerebro ni sangre y lleva milenios alimentándose, reproduciéndose y defendiéndose en todos los océanos del mundo. Y para eso, no se puede ser débil... Comen lo que haga falta, se reproducen de múltiples maneras y se regeneran aunque las despedacen. Te contamos cómo ‘funciona’ esta especie jabata y sorprendente.

Por Fátima Uribarri

Martes, 29 de Marzo 2022

Tiempo de lectura: 4 min

Si pierde un brazo, lo regenera; si percibe la presencia de un depredador, su piel muda de color, y entonces adquiere los tonos del entorno y se camufla, o se colorea con un tinte vivo, que transmita fiereza y asuste a los atacantes.

Son estrategias defensivas de unos seres que no tienen cerebro, pero sí un eficaz sistema nervioso que transmite órdenes desde los hábiles sensores que tapizan sus brazos. Peculiares, asombrosas, resistentes, así son las estrellas de mar, equinodermos de la clase Asteroidea,  emparentados con los erizos y los pepinos de mar; organismos simétricos, normalmente pentarradiales, pero el número de sus brazos varía dependiendo de las especies.

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Voraces. Comen moluscos, percebes, bivalvos, otros invertebrados e incluso peces. Esta anchoa ha caído en las garras de esta Asteroidea. Las 'garras', en rigor, son los cilios, una especie de pelos que tapizan su cuerpo y con los que se lleva las presas a la boca, situada en su parte central inferior.

Han sabido adaptarse a todos los ambientes marinos, desde las cálidas aguas tropicales hasta las gélidas de la Antártida y se mueven en todas las alturas: desde las aguas más cercanas a la superficie hasta las oscuridades abisales: se han visto estrellas de mar incluso a 6000 metros de profundidad. De esta variedad de entorno procede su gran diversidad: hay hasta 2000 tipos de estrellas de mar. Con un punto en común, todas son de mar, no viven en aguas dulces.

Son extraordinarias sus habilidades. Su superficie, por ejemplo, puede ser lisa, granulada, espinosa (para repeler a los depredadores) y está cubierta de finas placas óseas superpuestas, muy resistentes.

Esa resistencia ha llamado la atención de los investigadores. Su  exoesqueleto se utiliza para la elaboración de medicamentos contra la artritis y la fiebre del heno. Su capacidad de regeneración (si pierde un brazo, le nace otro) se estudia para mejorar la cicacitración y la curación de heridas en humanos.

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Pescadora letal. La Labidiaster annulatus vive en las frías aguas del océano Antártico y es la estrella de mar con más brazos, tiene 50: son largos y estrechos, cuando los extiende, esta estrella de mar alcanza los 60 centímetro de diámetro. Es una depredadora oportunista y carroñera que utiliza trucos de caza: se agarra con algunos de sus brazos a una roca o una esponja marina y usa los otros como cañas de pescar. |age

Tienen la piel dura las estrellas de mar y le sacan provecho. Puede estar cubierta de un moco a la que se adhieren los alimentos, pero también hay estrellas de mar que expelen una sustancia que hace resbalar los desechos y las mantiene limpias.

La piel tiene muchas tareas. Está sembrada de sensores que permiten a las estrellas de mar percibir la luz, la oscuridad, las corrientes marinas. Estos sensores les transmiten las órdenes de voltearse o moverse cuando conviene hacerlo.

Son tan peculiares algunas que cuando hay que comer sacan fuera el estómago. Extienden las membranas del estómago a la boca, segregan jugos digestivos que descomponen a la presa y luego absorben sus jugos.

Son lentas, pero muy voraces. Como carroñeras o cazadoras, las estrellas de mar se alimentan de esponjas, anémonas, pólipos de corales, caracoles, crustáceos, partículas en descomposición, plancton (cuando son larvas), gusanos y hasta de peces.

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Comer y sentir con los brazos. Cuando un alimento (moluscos, bivaldos, otros equinodermos...) las toca, activan un moco que hace que se adhieran a ellas. Luego sus cilios (parecidos a pelos con ventosa) transportan a la presa hasta su boca. |David Clode/Unsplash

Y sorprenden en sus hábitos sexuales donde también son muy versátiles: incluso especies de una misma familia pueden tener distintas estrategias de reproducción. La mayoría practica la fertilización externa, pero las hay hermafroditas, las que se producen de manera asexual y las 'trans', hermafroditas que con el tiempo mutan de un sexo a otro.

Las que son hermafroditas secuenciales cambian de sexo a medida que maduran

La mayoría de las estrellas de mar son ovíparas. Desde sus glándulas genitales, que están situadas en sus brazos, liberan óvulos y espermatozoides. Luego, las larvas se depositan en el fondo del mar. Sin embargo, hay especies, como la Leptasterias hexactis que practican la fecundación interna (dentro de su cuerpo). Lo prefieren las especies que viven en hábitats menos amables, como las aguas muy frías o profundas.

Pero algunas son excéntricas hermafroditas: tienen gónadas masculinas y  femeninas  capaces de producir óvulos y esperma al mismo tiempo. Estas especies se autofertilizan.

Cambio de sexo

Las hay todavía más singulares; las que son hermafroditas secuenciales, por ejemplo, que cambian su sexo de nacimiento a medida que maduran. La capacidad de cambiar de género es un arma eficaz de supervivencia. Si se presentan dificultades biológicas o ambientales, ellas mutan y siguen adelante con su reproducción. La flexibilidad contribuye a la supervivencia.

Existen incluso estrellas de mar –como la Nepanthia belcheri– que se fraccionan para reproducirse. Se fragmentan sobre todo las hembras grandes y de ellas nacen descendientes masculinos que al crecer cambian al sexo femenino.

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Sexo bajo el agua. No son rayos, es esperma. Lo suelta este ejemplar macho de estrella de mar (Leiaster leachi), mientras que sus congéneres hembras hacen lo mismo con sus óvulos: las larvas resultantes de ese encuentro se posarán sobre rocas para salir adelante. Esta estrella está practicando el desove libre. |cordon

«Algunas estrellas de mar regeneran brazos desprendidos voluntariamente o se dividen a través de su disco central produciendo clones con la misma información genética», explica Julia Patricia Díaz Martínez, investigadora del Instituto de Ecología de la Universidad del Mar, en México.

Sí, también se clonan. Esto tiene ventajas porque «eliminan las etapas de desarrollo temprano (embriones y larvas) en las cuales son más vulnerables y aseguran así la incorporación de otro organismo adulto a la población», explica la investigadora Julia Patricia Díaz Martínez. Pero también conlleva inconvenientes, añade: «Repercute de manera negativa en la variabilidad genética de la especie».

Tienen depredadores, claro, como el cangrejo rey, las gaviotas o las nutrias de mar. Pero se las ingenian bien las estrellas de mar para prosperar.