Volver
';
Patente de corso

El día que voté por Sócrates

Arturo Pérez-Reverte

Viernes, 14 de Julio 2023, 08:05h

Tiempo de lectura: 4 min

No es la Atenas que recordaba, pero sigue siendo ella. Hace más de treinta años que no volvía a esta ciudad, escala frecuente por barco y avión en mis viajes profesionales. El lugar sucio y ruidoso que conocí nada tiene que ver con la urbe moderna, tan parecida a cualquier otra, llena de tiendas, bares y turistas, integrada desde hace tiempo en el parque temático en que se ha convertido Europa. Atenas es hoy una ciudad agradable, organizada para pasear y sentarse a tomar una copa o comer en sus innumerables restaurantes. Camino desde mi hotel en la plaza Syntagma hasta Plaka y Monastiraki, con la Acrópolis visible arriba, a mi izquierda, disfrutando de todo, de los comerciantes que ofrecen sus productos –los griegos siguen siendo listos y simpáticos– y hasta de los carteristas que se mueven entre nubes de turistas a la caza de incautos. Bajo el barniz de modernidad europea reconforta advertir, a poco que escarbes, la Grecia de toda la vida.

Contenido exclusivo para suscriptores
La Voz
Suscríbete
para seguir leyendo
Lee sin límites toda la información, recibe newsletters exclusivas, accede a descuentos en las mejores marcas y muchas más ventajas
MÁS DE XLSEMANAL