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El arma secreta de Putin La crisis del cereal (1) Los juegos del hambre

Los cereales de Ucrania se han convertido en la pieza clave del poder de Putin: bloquear la salida de granos pone en jaque a 400 millones de personas en el mundo. Hablamos con el ministro de agricultura ucraniano y otros expertos para descubrir cómo espera Putin enriquecerse con el trigo y lograr con la hambruna lo que no ha conseguido con su ejército.  

Por Carlos Manuel-Sánchez

Domingo, 19 de Junio 2022

Tiempo de lectura: 6 min

Ucrania tiene uno de los suelos más fértiles del mundo. Es una marga oscura y esponjosa, llamada 'chernozem', burbujeante de lombrices, que produce dos cosechas de trigo al año. Tal riqueza es una bendición y una maldición. En tiempos de paz, Ucrania es un granero que alimenta a 400 millones de personas en Europa, norte de África y Oriente Medio. Pero los campos de trigo también son campos de batalla. La Rusia zarista declaró una decena de guerras por el control de las praderas de Ucrania y sus puertos cerealistas del mar del Norte. Stalin cerró a cal y canto las aldeas y arruinó a los agricultores, provocando tal hambruna que cientos de desesperados recurrieron al canibalismo; y Hitler masacró a destajo. Ahora, Putin está calcando una historia repetida desde hace tres siglos. Y el tercer jinete del Apocalipsis sigue la estela de la peste y de la guerra.

Es el turno del hambre. La situación es desesperada: hay 25 millones de toneladas de cereal ucraniano retenidos, suficientes para alimentar durante un año a los 60 países menos desarrollados. Pertenecen a la anterior cosecha, recolectada antes de la invasión. Y no hay manera de ponerlas en el mercado. No llegan barcos al puerto de Odesa. La flota rusa del mar del Norte lo tiene bloqueado. Y los ucranianos han minado la bahía para evitar una invasión anfibia. Putin dice que no atacará. Pero ningún armador en su sano juicio fletaría un mercante; y si se atreviera, ninguna aseguradora cubriría los riesgos.

Hay millones de toneladas de cereal retenidos en Ucrania. La flota rusa bloquea los puertos. Y los ucranianos han minado la bahía para evitar una invasión anfibia

Romper el bloqueo es cada vez más urgente. Hay varios planes para hacerlo, pergeñados por la UE y la ONU, como enviar convoyes protegidos por buques de guerra. Reino Unido ya ha ofrecido a la Royal Navy… Pero Turquía no está dispuesta a dejar pasar barcos de escolta por el Bósforo. Otra posibilidad es enviar el trigo por ferrocarril a través de Polonia y Rumanía, pero harían falta entre 50 y 70 trenes para cargar lo que puede trasladar un solo barco. También podría llevarse por el Danubio. Mismo problema: se necesitan cientos de barcazas, miles de camiones… Combinando los tres planes se podría sacar, según las previsiones más optimistas, un 20 por ciento. Y el tiempo se acaba. El mes que viene se empieza a recoger la próxima cosecha, pero muchos de los silos donde almacenarla siguen llenos, otros han sido destruidos y los bombardeos han dañado decenas de ascensores de cereal. Una parte sustancial del trigo de verano puede acabar pudriéndose.

«El mundo se dirige hacia una catástrofe alimentaria», vaticina The Economist. «Putin, invadiendo Ucrania, destruirá las vidas de personas que viven lejos del frente a una escala que incluso él quizá termine lamentando. La guerra está golpeando una cadena alimentaria global debilitada por la pandemia, la covid y el shock energético», añade. Las sanciones también están frenando las exportaciones rusas, pero, sobre todo, las están encareciendo.

El precio del trigo casi se ha triplicado

Entre Rusia y Ucrania suministran el 12 por ciento de las calorías que se comercializan en el mundo. El precio del trigo en el mercado de Chicago (el de referencia) ha subido un 60 por ciento desde la invasión y casi se ha triplicado si se toma como referencia el comienzo de la pandemia. A Putin, que exige rublos por el grano (y por el gas), este alza de los precios le ha servido para sostener su moneda. Paradójicamente, y a pesar de la carestía, los márgenes de beneficio de los pequeños agricultores en medio mundo se han reducido, o incluso han desaparecido, por el aumento de los precios de los fertilizantes y la energía. Y, si millones de agricultores dejan de sembrar porque pierden dinero, los rendimientos mundiales serán menores justo en el momento más inoportuno.

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El nuevo órdago. Putin eleva su apuesta inicial de desestabilizar el mundo a través del desabastecimiento de gas: ahora busca dejar a buena parte de Occidente sin cereales básicos.

«Putin está utilizando los alimentos como arma», sostiene el historiador estadounidense Scott Reynolds, de la Universidad de Georgia. «Pero es un estudioso de la historia que se inspira en los zares y en los dirigentes soviéticos. Controlar el mar Negro es la gran cruzada rusa desde los tiempos de Catalina II. Comprendió que, si quería convertirse en un imperio, Rusia debería venderle comida barata a Europa. Por eso lanzó a sus cosacos a por Odesa. Tuvo éxito y el grano ucraniano alimentó a Liverpool y otras ciudades de la Revolución Industrial. Pan para las masas. Y Estados Unidos la imitó con la conquista de las praderas del Oeste», explica Reynolds. El resultado es que Rusia y Estados Unidos, dos países secundarios a mediados del siglo XVIII, adquirieron la condición de superpotencias. «Pero Rusia depende desde entonces del granero ucraniano para mantener su estatus. Cada vez que lo ha perdido, su relevancia mundial se ha desvanecido», recuerda el historiador. Le sucedió al final de la Primera Guerra Mundial, que acabó con el Imperio zarista, y le volvió a pasar cuando la Unión Soviética implosionó, en gran medida, porque sin el grano ucraniano no podía alimentar a su constelación de repúblicas. «Una vez más, el mundo va a pagar caro el precio de esta obsesión».

La situación se agrava semana a semana

Pero el Programa Mundial de Alimentos ya había advertido, antes de la guerra, que 2022 sería un año terrible. Y se está agravando semana a semana. El exceso de lluvias en China ha retrasado la siembra y esta cosecha puede ser la peor de su historia. Por el contrario, la falta de precipitaciones amenaza con mermar los rendimientos en otros graneros, desde el cinturón de trigo de América hasta el norte de Francia. Y el Cuerno de África vive la peor sequía en 40 años.

Las consecuencias se notarán en cascada, alerta la Organización de las Naciones Unidas para los Alimentos y la Agricultura (FAO). El hambre golpeará en el África subsahariana y en Asia central; elevará el precio del pan en Egipto y el Magreb hasta convertirlo en un artículo de lujo y provocará nuevas oleadas de inmigrantes hacia una Europa donde la inflación ya está haciendo que las familias tengan que dedicar más recursos a la cesta de la compra… y menos a todo lo demás. La importancia geopolítica de los alimentos depende de cuánto gasta un hogar en comida. No llega al 25 por ciento en Estados Unidos y Europa, pero en África y Oriente Medio supera el 40 por ciento.

Las consecuencias de la crisis alimentaria se notarán en cascada. El hambre del África subsahariana provocará nuevas oleadas de inmigrantes hacia Europa

Las soluciones que se han puesto sobre la mesa no dejan de ser parches; entre ellas, que Europa ayude a Ucrania a exportar su grano por rutas alternativas, pero dos cuestiones de fondo seguirán sin resolver mucho después de que las armas callen.

Una es cómo garantizar la seguridad alimentaria en un mundo cada vez más poblado que, a pesar de su interdependencia, ve cómo muchos de sus líderes políticos están menos dispuestos a colaborar. Treinta países ya han optado por alzar la bandera del nacionalismo alimentario. La India ha prohibido las exportaciones de trigo para dedicar toda la producción a su propia población: 1380 millones son muchas bocas que alimentar. Indonesia ya no exporta aceite de palma, y no precisamente por razones medioambientales; y los pollos malayos se quedan en Malasia… Además, el pienso para animales está encareciendo los precios de la carne en todas partes.

La otra cuestión añade más leña al fuego de la insolidaridad. ¿Estamos ante la primera guerra climática de las que vendrán con el calentamiento global? El tiempo lo dirá. Pero lo que ya se está viendo es inquietante… Hay sectores productivos en países fríos que esperan beneficiarse del cambio climático: Rusia, las repúblicas exsoviéticas del Cáucaso, Canadá, Europa central y países escandinavos, y una docena de estados cerealistas del Medio Oeste norteamericano… Con el aumento de temperatura podrían incrementar hasta un 50 por ciento su PIB per cápita, mientras el resto del mundo perdería un 75 por ciento, como señaló en 2015 Marshal Burke, de la Universidad de Stanford, en Nature.


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