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Las matemáticas de la amistad ¿Por qué el de Friends es el grupo ideal de amigos?

En 1992, el antropólogo Robin Dunbar determinó la cantidad de personas con las que uno puede relacionarse plenamente: 150. Se convirtió en el famoso número de Dunbar, que se usa tanto para gestionar redes sociales como para organizar oficinas. Luego apostó por el 5. El número de amigos íntimos que uno puede tener y que la serie Friends, que ha cautivado a varias generaciones, ya nos hizo intuir. Entre medias, otros datos que resultan reveladores.

Por Priscila Guilayn

Martes, 31 de Octubre 2023, 15:30h

Tiempo de lectura: 7 min

Aquel sueño que cantaba en los años setenta Roberto Carlos de tener un millón de amigos se ha convertido en un imposible después de la pandemia. Incluso los 150 del famoso número de Dunbar quedaron 'en suspenso'. En 1992, el antropólogo Robin Dunbar determinó que 150 son las personas con las que uno puede relacionarse plenamente. Se convirtió en una cifra de referencia tanto para gestionar redes sociales como para organizar espacios de trabajo.

Lleva unas 200 horas de inversión a lo largo de unos cuantos meses pasar de ser un extraño a ser un buen amigo

Y sigue siendo válido. Pero ahora el 'nuevo número Dunbar' es el 5, el número de relaciones íntimas que puede mantener un individuo, según detalla el antropólogo en su libro, Friends: understanding the power of our most important relationship ('Amigos: entender el poder de nuestras relaciones más importantes'). Esos cinco amigos íntimos son a los que dedicamos el 40 por ciento de nuestro tiempo para la socialización. Y es un círculo que ha resultado determinante para nuestra salud mental.

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Los de Friends ya lo sabían. Los creadores de la serie Friends no conocían el 'número Dunbar' pero lo aplicaron: son un grupo de seis; es decir, cada uno tiene 5 amigos para construir el grupo ideal. Los creadores, Marta Kauffman y David Crane, se plantearon añadir un séptimo personaje a la pandilla, pero pronto vieron que la química no fluía.

Esta crisis ha cambiado la forma en la que nos relacionamos con los demás y ha alterado nuestros vínculos de amistad, estrechando aún más nuestro vínculo con esos 'amigos del alma'. «De pronto, tres cuartas partes de nuestras relaciones entraron en hibernación», subraya el físico Anxo Sánchez, investigador de la Universidad Carlos III. Protegernos del coronavirus nos llevó a un estrechamiento social sin precedentes que ha puesto al límite nuestra capacidad emocional.

Los 'lazos débiles', las interacciones breves y espontáneas, como los conocidos del barrio a los que saludamos, son relevantes en nuestro bienestar emocional. Se intercambia una sonrisa 'sin coste'

Sánchez lleva años estudiando nuestra capacidad cerebral para manejar relaciones. Él y su equipo de la Carlos III, partiendo de los estudios de Dunbar y colaborando con él, han desarrollado incluso una teoría matemática al respecto. Al parecer, concluye, dicha capacidad es limitada y cada relación, más o menos profunda, ocupa un espacio diferente en nuestro cerebro. Según explica, «cuando se reducen tus posibilidades de contacto, las pocas relaciones que tienes se hacen mucho más intensas, ya que la capacidad cerebral que puedes dedicar a manejar esas amistades es muy superior».

Los estudios de Dunbar, de hecho, parten de la investigación durante años de diferentes grupos de primates. La conclusión a la que llegó es que cuanto mayor es el grupo social en el que se desenvuelven, mayor es el tamaño de su cerebro. Hay una correlación directa entre el número de neuronas corticales y las relaciones sociales que podemos gestionar. Es decir, tener vida social requiere un gran trabajo mental.

La importancia de los lazos débiles

Con la pandemia, explica Sánchez, quedó un hueco libre en nuestro cerebro, el que dedicamos a actualizarnos con nuestros amigos no íntimos. Ese 'hueco' se ha dedicado a mejorar las relaciones con los más cercanos, algo que los investigadores constataron en comunidades muy cerradas de inmigrantes, pero desde el comienzo de la emergencia sanitaria se ha extendido como norma general.

Pero desatender esos 'lazos débiles' no es bueno para la salud. Por 'lazos débiles' se entienden las interacciones breves, espontáneas, informales y, digamos, sin coste. El tendero que nos reconoce por la calle, los conocidos del barrio a los que saludamos, los vecinos que veían el fútbol en el bar con nosotros, el compañero de trabajo con el que tomábamos café… Es en este trato breve pero amable donde la sonrisa desempeña un papel fundamental en nuestro bienestar emocional, tanto que nos puede hacer un 17 por ciento más felices, según cuantificó Gillian Sandstrom, psicóloga de la Universidad de Essex. En uno de sus estudios calculaba una media de 11 a 16 interacciones casuales por día en tiempos normales.

Interacciones, nuestra razón de ser

La cuestión es que, de una manera o de otra, mantener las amistades y el trato social es vital. «Las relaciones personales son esenciales para el ser humano –afirma Jesús Porta-Etessam, vicepresidente de la Sociedad Española de Neurología–. A diferencia del resto de las especies, de hecho, somos seres inválidos cuando nacemos. Necesitamos de un desarrollo extrauterino, donde el avance en habilidades sociales es fundamental. De ahí que, desde pequeñitos, nuestro cerebro se vaya construyendo en función de las interacciones que tenemos con los demás».

Estas interacciones liberan oxitocina, hormona cuyos efectos aparecen en la confianza, la empatía… «Es un elemento fundamental para la socialización y, probablemente, es algo que el cerebro humano hace para que podamos mantener estas relaciones –aclara el neurólogo–. Además, están las neuronas espejo, que posibilitan que, cuando estamos con alguien, nuestro cerebro simule sus gestos, actitudes y movimientos. El cerebro humano necesita de tal manera las amistades que no es posible entender al Homo sapiens sin un concepto social. Es decir, las relaciones interpersonales no solo son fundamentales, son nuestra razón de ser». Y están comprobados sus efectos positivos en nuestra salud, bienestar e incluso longevidad.

Los efectos positivos de las relaciones interpersonales están comprobados en nuestra salud e incluso en nuestra longevidad

Por todo ello no es extraño que el corte tan brutal en nuestras relaciones sociales haya elevado las tasas de depresión (uno de cada cuatro españoles) y de ansiedad (uno de cada tres) entre los adultos, según el Consejo General de Psicología de España.

«En algunos pacientes hemos visto casos de niebla mental, que causa dificultad para encontrar la palabra exacta –añade Porta, también jefe de Neurología del Hospital Clínico San Carlos de Madrid–. Hemos detectado trastornos tanto en la memoria semántica (conocimientos generales) como en la episódica (recuerdos de lugares, momentos, emociones, episodios de nuestra vida)».

La amistad no es igual para hombres y mujeres

Esta «plaga de soledad», como la define Dunbar, no la perciben igual hombres y mujeres. Los estudios del antropólogo muestran que las amistades femeninas suelen ser más cercanas e intensas, con conversaciones más íntimas y expectativas más altas que las masculinas.

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Mucho más que amigas.La serie Grace y Frankie, protagonizada por Jane Fonda y Lilly Tomlin, pone el énfasis en la amistad femenina. Dunbar confirma que la profundidad del lazo en las mujeres es mayor.

Ellos tienden a ser más casuales y superficiales en sus relaciones amistosas. Por eso han sido los hombres, especialmente los jóvenes y con menos estudios, quienes se sintieron más solos e insatisfechos con sus amistades durante la pandemia. Así lo han detectado investigadores en psicología y antropología de las universidades de Arizona y Nueva Jersey en su estudio The changing landscape of friendship in the pandemic ('El panorama cambiante de la amistad en la pandemia'). Y es que la relación entre hombres requiere más de la presencia física que del lenguaje.

La cantidad de vínculos desciende a medida que se cumplen años. Al final de nuestra vida, explica Dunbar, los amigos suelen reducirse a uno o dos

Las razones de esto también son explicables a través de los estudios con primates de Dunbar. El antropólogo ha analizado cómo entre estos animales las relaciones sociales se constituyen sobre todo en el tiempo de acicalamiento. Cuando los chimpancés se quitan unos a otros los piojos y otros insectos de la piel, no lo hacen simplemente por desparasitación; ese ritual sirve para comunicarse amistosamente y reducir el estrés. Y en esa labor las hembras son más activas y comunicativas, hasta el punto de que Dunbar y otros científicos han llegado a vincular la aparición del lenguaje a las mujeres y su necesidad de sofisticar esos contactos.

Un daño reversible

«Quiénes son nuestros amigos cambia constantemente», admite Dunbar, pero las investigaciones constatan que el círculo de amistades tiende a estabilizarse en torno a los 30 años, «cuando la gente empieza a tener hijos porque los hijos –bromea– acaban con la vida social de cualquiera». Luego puede reactivarse, pero empieza a declinar en cantidad a medida que se cumplen años. Al final de nuestra vida, explica, los amigos suelen reducirse a uno o dos.

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El precio del amor. Demostrado: cuando te enamoras pierdes dos amigos.

Dunbar saca otra conclusión más polémica de sus numerosas encuestas; no es sorprendente, pero podríamos decir que ya es 'oficial': «enamorarte te cuesta dos amigos». El antropólogo lo explica así: «Si conoces a alguien nuevo, te enamoras y te casas, inviertes un montón de energía mental en esa relación. Y, por nuestros datos, sacrificas a dos personas, que desplazas a círculos más alejados de ti. Es un efecto dominó».

Dunbar también ha puesto cifra al tiempo que se requiere para convertirse en un buen amigo. «Lleva unas 200 horas de inversión a lo largo de unos cuantos meses pasar de ser un extraño a ser un buen amigo. Lo que confirma que tener amigos es caro es términos temporales».

Que hacer nuevos amigos es difícil, lo saben bien los menores de 30 años. De ahí el boom de las aplicaciones para hacer amigos, como Hoop, Wink o Bumble BFF, que han multiplicado sus suscripciones.

El tiempo nos dirá si el coronavirus dejará secuelas en nuestra manera de relacionarnos y en la reconstrucción de los protocolos sociales. Dunbar no cree que el distanciamiento de los amigos sea un daño irreversible. A lo sumo, dice, será «una poda saludable». Y añade: «Puede ser una oportunidad para hacer nuevos amigos, que pueden ser incluso mejores».

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