Javier de la Rosa: «Colgué de la torre de Hércules a Mary Poppins y su paraguas»

A CORUÑA

CESAR QUIAN

Junto a Alba Parga dirige una original tienda de arte en el exterior del mercado de San Agustín

20 jul 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Habla con un divertido acento andaluz. «Soy un madrileño nacido en Sevilla que me vine hace 15 años a A Coruña por amor. La coruñesa es Alba Parga y un buen día tuvimos que decidir si mirar al sur y perder el norte o mirar al norte y perder el sur, que fue lo que hicimos», comenta Javier de la Rosa, que dice que es un ilustrador y diseñador, y rechaza lo de artista. «Si te consideras original en el siglo XXI es que eres un pedante, un desinformado o un tonto. Como ilustrador tengo influencias claras y mi aportación es representar el tiempo que vivimos. Pero original era Picasso», sentencia. Charlamos en la cafetería San Agustín de la calle Pío XII, enfrente de su negocio-taller-tienda-sueño, Milicia Gráfica. «Es curioso lo de trabajar hacia el público. Aquí hacemos obra seriada de alta calidad y algunas colecciones de 10 o 15 ejemplares seriados, firmados y numerados. Tenemos una línea de arte asequible, otra de arte original y una tercera de arte basura que hacemos cortando las letras de las cajas de cartón que vemos por la calle. También vendemos libros de poesía de dos editoriales pequeñas y camisetas como esta en la que colgué a Mary Poppins y su paraguas de la torre de Hércules, dentro de la colección Nordés coruñés», resume.

Portadas de discos

Nació en el polígono sur de Sevilla, una de las cunas del nuevo flamenco. «Allí sentí lo que es ser de minoría étnica, porque la mayoría de vecinos eran gitanos», recuerda. Estudió Bellas Artes y cogió la maleta rumbo a Barcelona y Madrid, donde estuvo hasta que el amor lo trajo hacia el norte. «Solo había venido una vez a Galicia, con un grupo de voluntarios, a recoger chapapote a las islas Cíes y Ons cuando fue lo del Prestige. Ahora, en A Coruña me siento un refugiado climático. Y para trabajar en verano no está nada mal la ciudad. Me gusta poder dormir y pasear, y estar en la Ciudad Vieja y en un rato en el mar. Si sabemos manejar el bum turístico y no se nos va de las manos, seremos siempre una ciudad envidiable», analiza. El año pasado fue el autor del cartel de las fiestas de María Pita, trabajo del que siente orgullo. En su dilatada carrera profesional también hizo más de un centenar de portadas de discos. «Desde Los Enemigos a Camela, pasando por Josele Santiago, Ketama, Enrique Morente o Ilegales. Hasta que se hundió la industria discográfica. Para la gala de los Latin Grammy, que se celebró en Sevilla, me pidieron clips de dos o tres minutos con ilustraciones de los grandes del flamenco», relata Javier, que todavía sueña de vez en cuando con que lo llaman de Blue Note Récords para encargarle la portada de un disco de jazz de mediados del siglo pasado. Dice que ahora se cuida más, desde que la salud le dio un aviso hace unos años, aunque reconoce que no puede dejar de trabajar. «Tengo suerte de estar rodeado de buenos amigos que me quieren y aceptan mis opiniones. Salir de un barrio y vivir de lo que te gusta es un lujo», sentencia.

Una estética diferente

Durante toda nuestra charla no se quita el sombrero ni un minuto. Cuando te cruzas con Javier de la Rosa por la calle ves una estética diferente. «Llevo así toda la vida. Reivindico el concepto de oveja negra, del salmón que nada a contracorriente. Me fastidia la uniformidad. Vivimos en una ciudad en la que Inditex hace mucho para que sea próspera, pero hace que todo el mundo vista igual. Esta es mi tarjeta de visita», argumenta. Dice que su principal virtud es la risa, y su defecto más destacado, la impaciencia. Si tiene que elegir una canción se queda con «el Píntalo de negro (Paint it Black) de los Stones. Y entre los colegas de profesión de todos los tiempos no duda en nombrar a Saul Bass. «Es el autor del cartel de Vértigo y de otras muchas películas. El p... amo del oficio», sentencia Javier desde lo que define como su «laboratorio de ideas y otros santos».